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la presencia real del Reino

Salmo 105

¡Dad gracias al Amor, proclamad su Nombre para que todos sepan de Él!
¡Que todos sepan cómo nuestro Dios es capaz de doblar el acero con su ternura,
es capaz de hacer milagros sin torcer la naturalidad, sin llamar la atención!
Que los sencillos se reconozcan en Él, los que huyen de los aspavientos;
que nuestro Dios no viene de lejos gritando, sometiendo, subyugando,
sino que habita en nosotros, y ama sin límites, sin extorsión ni soborno.

La Palabra de nuestro Dios nunca cambia de dirección, por eso es fiel;
la Palabra de nuestro Dios no es estática, por eso impulsa a quien la escucha;
no es sólida, por eso no puede ser atrapada, como un rayo de Luz: así es.
Los juramentos del Amor no violentan al ser amado, sino que lo transforman;
la alianza de nuestro Dios es firme en el corazón, pero no se endurece nunca;
puede expresarse de mil maneras, y aun sigue siendo exactamente la misma.

A los que al Amor se acogen, un halo de protección les envuelve;
nuestro Dios no destruye nada, no reconoce otro enemigo sino el Mal.
El que ataca a los que al Amor se acogen, no encuentra muchos obstáculos;
primero reirá victorioso, luego verá la muerte dentro de sí, aunque no lo reconozca.
Dios no humilla: permite la humillación; Dios no mata, sino que permite la muerte;
Dios no destruye: sólo permite que la destrucción revierta sobre el destructor.

Todo es de Dios, y cuando Dios toma lo suyo, los ricos quedan mutilados.
El hombre que ama pertenece al Amor, y todo lo que es de Dios, es también suyo.
El que ama posee, y su posesión no le envilece, sino que le llena de más Amor;
por eso, al que tiene se le dará. Pero el que no ama no merece poseer, es un ladrón.
Por eso, cuando Dios toma lo suyo, sus fieles se enriquecen incluso sin desearlo,
pero los adoradores del dinero, los ladrones, pierden sus brazos y sus piernas.

Mientras el mundo sea niño, actuará como niño: Matará en el Nombre de Dios.
Dicen: “Mi dios es más fuerte que el tuyo, mira como te destruye y te aplasta.”
Cuando el mundo comience a madurar, entonces dejará las cosas de niño.
Cuando el mundo sea adulto, no adorará a Dios ni en esta iglesia ni en la otra,
sino en Espíritu y en Verdad. No competirá ni se regocijará del fracaso ajeno,
no deseará mal a nadie, sino que reinará el verdadero Amor sobre la tierra.

Entonces se cumplirán las palabras de muchos profetas de todos los tiempos:
realmente el niño meterá la mano en la madriguera del áspid, y éste no le hará daño.
En el espíritu, todo esto ya se ha cumplido, porque el espíritu siempre está antes.
La realidad no está en lo visible, que sólo es la sombra de lo que ya fue, ya ocurrió.
La realidad está en lo invisible, que sólo los que se han hecho Amor pueden ver.
La realidad es en el espíritu y se plasma en la materia: Lo que se habrá de ver, ya es.

¡Dad gracias al Amor, proclamad su Nombre para que todos sepan de Él!
¡Que todos sepan cómo nuestro Dios es capaz de doblar el acero con su ternura,
es capaz de hacer milagros sin torcer la naturalidad, sin llamar la atención!
Que los sencillos se reconozcan en Él, los que huyen de los aspavientos;
que nuestro Dios no viene de lejos gritando, sometiendo, subyugando,
sino que habita en nosotros, y ama sin límites, sin extorsión ni soborno.

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