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lejos estoy de alcanzar lo que Tú no quieras regalarme

Salmo 108

Mi corazón rebosa de ti, Señor. Tan cerca estás, parece que mis manos se funden en las tuyas. Tus palabras, siempre diferentes, despiertan mi mente. Nada se repite, todo es nuevo. Nada se acumula, todo nace del candor del infinito divino de tu gloria.

Mi Camino parece que se acerca al destino previsto. Ya puedo observarlo, pero hay que dar un rodeo, y otro más. No había previsto esta hondonada, hay que bajar hasta lo profundo, mojarse en el fango y herirse con las zarzas. Tampoco había previsto aquel montículo, ¡qué contrariedad! No va a ser fácil trepar por la ladera escarpada para llegar a la cima.

Miro dónde pongo el pie y me aseguro bien de la rama en la que me agarro con mi mano. No descuido la caída del sol, para que la noche no me sorprenda, y sólo me alimento de aquello que de verdad nutre mi cuerpo y mi alma.
Cuando, sin dejar de caminar ni un solo instante, vea lejos mi destino y mi objetivo me resulte inalcanzable, entonces Tú lo traerás hasta mí.

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