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la recapitulación en el Amor

Salmo 115

¡No a nosotros, Padre, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria, por tu Amor, por tu Verdad!
¿Por qué han de decir las gentes: “¿Dónde esta ese Dios vuestro?” Nuestro Dios es el Dios de todas las cosas, su santo Nombre es Amor, y para Él nada hay que sea imposible.
Pero las gentes del mundo se sujetan a la materia, porque está regida por leyes inexorables, y piensan que eso es garantía de seguridad. Se agarran a las estructuras sociales, sostenidas por armazones legales, que condenan al delincuente pobre y protegen al delincuente rico. Se sujetan al dinero, que da poder sobre la materia, y a los puestos de mando, que dan poder sobre los seres humanos. Y creen poderse sostener indefinidamente en sus prerrogativas protegidos por leyes injustas.

Donde está el dinero y el poder, la semilla de la corrupción encuentra terreno fértil, y allí echa raíces. Siempre. Es una ley natural de la que nada se puede sustraer.
Los que se creían seguros, ven en su impotencia cómo se pudren los pilares de sus fortificaciones lógicas y los cimientos de sus castillos legales: Sus sólidos armazones se vienen abajo.
Nosotros no estamos protegidos dentro de fortificaciones lógicas ni ostentamos poder alguno sobre nada ni sobre nadie. No tenemos a dónde caer, porque ya estamos abajo. Con los pies apoyados en lo más humilde y la mirada elevada hasta lo más sublime, nada es imposible para nosotros, porque nada es imposible para el Amor.

Nuestro es el futuro de la humanidad. El Reino del Amor goza de Paz inexpugnable. No se opone a nada y por eso no se desgasta. Bebe del manantial que no se consume, y por eso siempre crece.
El Reino en el que habitamos es estable, sus raíces penetran hasta la matriz del cosmos, donde está el principio de toda energía, en el punto original de todo que existe. No hay sequía que pueda hacerle marchitar, su existencia no depende del acaso de las circunstancias.
Por eso, todo pasará, como han pasado todos los imperios de la historia, como han sucumbido todas las ideologías. Las leyes cambian y unas derogan a otras.
Pero el Reino del Amor no pasará, y por eso en él está el futuro de toda la humanidad: Todas las cosas del Cielo y de la Tierra quedarán recapituladas en el Rey. No destruidas, sino recogidas y hermanadas. En Él.

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