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como un niño

Salmo 131

Ya no te busco en prodigios, Padre mío. Los portentos tras los que, según los hombres, Tú estás, me resultan pasajeros, e incluso cáusticos como humo de leña húmeda.
Te encontré y te logré acariciar en un rincón gris, en la soledad y en la indiferencia. El rincón se iluminó ante mis ojos. No lo iluminaste Tú con resplandores inefables, no hiciste prodigios ni hubo apariciones apabullantes, al contrario, ese rincón tenía ya su propia luz, sólo que Tú me abriste los ojos y yo pude verla. Y entonces me sentí de verdad amado.
¿Necesita un niño destetado grandes acontecimientos para llegar a sentir asombro?
¡Como un niño, mi alma se asombra de cada cosa que ocurre ante mis ojos!
¡Esperemos todos, hermanos, en el Amor, ahora y por siempre!

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