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plegaria en el Templo interior

Salmo 132

Acuérdate, Padre, de todos aquellos hombres que, a lo largo de la historia de la humanidad, han preferido despreciar la vida antes que despreciar el honor, la dignidad y la verdad. No te olvides de que si ellos fueron capaces de menospreciar lo asible para alcanzar lo auténtico, fue porque Tú mismo pusiste la semilla de la fe sus corazones.
Contra toda lógica, ellos decían: “No habré de conciliar el sueño ni permitiré que la falsa paz del egoísmo anide en mi corazón. Sólo concederé quietud a mis párpados cuando la verdad sea honrada y se haya hecho justicia para con los débiles.”

¿Quién les habrá de defender? ¿Cuándo encontrarán sus desvelos satisfechos?
Dicen que el defensor de la Justicia está en esta religión... o quizá en aquella iglesia... o incluso en aquella forma de espiritualidad oriental...
¡Levántate Padre, y déjate sentir, que tu presencia desborde en tu verdadero Templo: en lo profundo del ser humano!
Tu Ungido ha abierto el Camino porque su testimonio es verdadero: Las puertas del Reino han sido abiertas porque el Amor ha vencido la muerte.

El mundo etiqueta a los hijos del Reino, los estudia para clasificarlos y encerrarlos en prisiones de lógica, entre rejas de razón. La ciencia, el fruto del hombre, pretende abarcar y superar al propio hombre.
Pero las etiquetas se desgastan, las prisiones y sus rejas se debilitan. La lógica y la razón son sirvientes del ser humano, mas el Amor es el dueño: Como un trueno bajo la tierra, lo inesperado se impone derribando cárceles de prepotencia racional.

Mi Padre me lo ha prometido: “No existe trampa que Yo no pueda romper ni celda que Yo no sepa abrir. Si tú, en tu libertad, me sigues, Yo te daré Libertad centuplicada, y tu testimonio dará fruto imperecedero.”
En el Reino del Amor no hay rejas donde enganchar garfios, ni puertas que puedan ser derribadas a golpes, ni murallas que taladrar. El Reino del Amor es firme como una roca, pero no es ostensible. Lo material no puede vulnerar lo que no está protegido por la materia. En el Reino del Amor no puede existir el Temor.

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