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himno a la Roca inexpugnable

Salmo 144

Bendito seas, Padre, Tú eres mi Roca: desde que en ti me apoyé, nunca he sido defraudado; Tú permites que se quiebren, poco a poco, esos otros apoyos que yo tengo en el mundo, y que aún no he sido capaz de abandonar por mi falta de fe. Tú me preparas para afrontar todo lo que ha de venir, cada día. Tú eres mi defensor, mi liberador. Tu Reino de Amor es mi casa. Hice mi elección y ya nunca volveré atrás.
Somos insignificantes, apenas un punto de luz en medio de un volcán de fuego. Sin embargo Tú te detienes en cada ser humano, y a cada uno amas con toda la inmensidad de tu Amor.
Tú podrías fulminar con un rayo a todos los injustos. Con sólo levantar tu mano, todos los explotadores, belicosos, asesinos, sanguinarios, todos caerían por tierra y no volverían a levantar la cabeza jamás. Pero si Tú hicieras eso, no serías Tú.
Tú haces llover sobre justos e injustos, porque tu perfección y tu misericordia no tienen límites. Pero has abierto un Camino para los débiles, para los que aman, para los que te buscan, para los que quieren conocerte. ¡Ojalá todos los seres humanos quisieran entrar en tu Camino!
No destruyas nada, Padre, pero protege a los que a ti se acogen. Líbranos de los ladinos, de los mentirosos, de los que quieren dañarnos para dejar en entredicho tu Justicia.
Siempre hay en mi boca un canto nuevo, siempre renace en mi corazón una nueva gratitud, pues cada día, cada instante, Tú me muestras tu misericordia.
En el Nombre de tu Ungido, el Rey, te pido que nos permitas dar un testimonio verdadero a todos los que luchamos por extender tu Reino a toda la humanidad.
No nos colmes de riquezas materiales, ni nos des estabilidad en este mundo extranjero. Sólo cuídanos y pon siempre en nuestros labios palabras de Amor, de Paz y de Verdad.
¡Feliz el pueblo que habita en el Reino del Cristo, cuyo Dios es el Amor!

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