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capítulo 60 (comentario)

texto: capítulo 60

Nadie se deshace de sí mismo si no es proyectándose fuera de sí, en el impulso del avance en el Camino. Nadie encuentra el Camino si primeramente no se deshace de sí mismo. Las dos cosas son condiciones previas, la una de la otra. Por eso, el hecho de vaciarse del ‘yo’ no es un acto voluntario, ni depende del tiempo que se utilice en las prácticas de meditación. Las cosas verdaderamente trascendentes no son susceptibles de la manipulación humana, y, en la fe de que esto es así, el ser humano se entrega a la Verdad superior que le lleve a alcanzar lo que él, por sí mismo, jamás alcanzaría.

El destino no es la fatalidad, sino que es la realidad que hace posible la perfecta plenitud de cada ser humano. Encontrar el propio destino es conocerse plenamente y, de esta manera, proyectar el propio ser en la dirección en la que puede desarrollar todas sus potencialidades, y en la que puede conservar su unidad e integridad a pesar del desplazamiento. El hombre hundido en el mundo vive en tinieblas, porque no conoce su destino y, por lo tanto, no conoce su razón de ser. El que se vacía del mundo y de identifica con el Origen conoce su destino, se conoce a sí mismo, y camina en la Luz.


El que mantiene su unidad e integridad no juzga las cosas desde la penumbra de sus propias contradicciones, sino que todo lo ve sin involucrarse en su propio juicio. Por eso imparte Justicia eterna en todos sus actos sin aplicar leyes aprendidas, sino dejando que la Luz que le acompaña en sus pasos le muestre también la realidad desnuda de todo lo demás. De esta manera alcanza la máxima Dignidad, por lo que su entrada en el Reino de los Cielos es aceptada sin juicio previo. El que mantiene su unidad e integridad hasta el final, no se deshace en su ser cuando haya de entregar su cuerpo material.

texto: capítulo 60

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