KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 01


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  Imploro incesantemente a Dios, Padre Santo, una luz para mi mente que, rebelde y caprichosa, siempre se niega a aceptar sin conjeturas. Porque solamente Él conoce la Verdad. Él, que todo me lo ha dado, que me ha sacado de pozos de excrementos en los que yo me revolvía y nada ni nadie de este mundo podía sacarme, y me ha dado la paz de mi espíritu, ahora impregnado del Espíritu Santo, que me aconseja y me guía en la interminable tarea de caminar en el sendero según las palabras de su Hijo Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial”.

Porque cuando el hombre habla de sus cosas de hombre, puede ser original u ocurrente, o puede ser insulso, o puede acercarse a la verdad o estar alejado de ella, y el mérito o demérito de lo que diga es suyo. Y el alcance de sus palabras será tan limitado como lo es él mismo.
Pero cuando un hombre eleva sus ojos por encima de sí, y busca esa absoluta Verdad que no existe en el mundo limitado de los hombres, ya no hace suyas sus palabras, porque entiende que es el Espíritu mismo el que le ha abierto los ojos para verlas. Y relata lo que ve, no lo que se imagina o crea en su mente. Por eso, nunca será su esmero el quedar bien ante los demás, sino más bien estar más cerca de Aquél que le habló y del que quiere ser fiel servidor y mensajero.