KYRIE ELEISON |
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ESPÍRITU |
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NOTAS |
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E |
libro 3 - capítulo 23 |
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9 |
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Hay que diferenciar entre la encarnación del Cristo en un ser humano, y el acto de la salvación en sí. El Cristo ha estado presente en los profetas del antiguo testamento, y en muchos grandes místicos de la espiritualidad oriental. El Cristo, de hecho, está encarnado en todo verdadero cristiano: "Para que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros uno: para que el mundo crea que tú me enviaste." Pero el hecho mismo de la salvación se produjo en un momento histórico concreto e irrepetible. La pasión, muerte y resurrección del Cristo encarnado en Jesús es un hecho único. Hasta entonces no existía ningún conducto de unión entre el Cielo y la tierra. A partir de ese momento el Camino se abrió, ya se hizo posible la trascendencia entre el cosmos y el Cielo. En realidad, las enseñanzas de Jesús no fue lo decisivo de su presencia en el mundo, pues enseñanzas muy sutiles y profundas, muy semejantes a las de Jesús, ya se escuchaban en el pasado, dentro y fuera del entorno judío. La importancia del Cristo encarnado en Jesús llega mucho más lejos que las palabras y la doctrina. Por otra parte Jesús habla de que "en la casa de mi Padre hay muchas moradas...", y también dice, "hay ovejas que no son de este redil". Pero aclara una cosa: "nadie va al Padre si no es por mí". ¿Qué moradas son esas otras? ¿A qué otro redil Jesús se estaba refiriendo? Es bueno que este misterio quede sin resolver. |
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