KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 5 - capítulo 06


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  El hombre encuentra la fe cuando es capaz de unificar todo su ser.

El cuerpo enferma cuando cada una de sus partes, embaucada por el rey de la oscuridad, impone su individualidad.
La mente enferma cuando las ideas se enfrentan unas a otras y no existe conciliación entre ellas porque ninguna acepta morir por el bien de las demás.
El espíritu humano enferma en el choque entre impulso vital de Dios, que le empuja desde abajo, y el impulso mismo del hombre, que en lugar de proyectarlo hacia arriba, hacia Dios mismo, lo devuelve nuevamente hacia abajo, donde está su propia individualidad.

Entonces el ser se desmorona, pierde su unidad y ahora es feliz en una euforia desencajada, y luego está desesperado. Ahora quiere una cosa, luego la odia. No existe esa paz interior, esa conformidad del ser consigo mismo que le permite desear en un sentido plenamente positivo, desear con todo el ser: no solamente con el corazón, ni tampoco en una limitación mental enfermiza en la que sólo vive para su deseo, ni en oposición consigo mismo deseando una parte de su ser lo que otra parte rechaza:
Cuando el hombre desea una cosa con todo su ser, en ausencia total de contradicciones, Dios se la concede al instante: La fe mueve montañas. No existe poder más fuerte que la fe.

Pero la iglesia carece de ese Poder en la tierra porque no es una: El Espíritu Santo ilumina a hombres que no se entregan los unos a los otros, sino que conservan su individualidad por cuestiones ideológicas, dogmáticas, conceptuales, doctrinales, y otras cuestiones absolutamente ajenas al Reino de Dios. Entonces, la Verdad de Dios que el Espíritu revela no puede transformar las cosas con eficacia, porque está dividida.

¿Cómo vamos a construir la Nueva Jesusalem, única para todos, si no estamos unidos?
El ministro que quiera ver la Verdad en un estado de cosas, de leyes, de normas, en algo inmóvil y estático en lo que hay que creer so pena de excomunión, ese hombre debe retirarse de todo cargo de responsabilidad dentro de las iglesias, porque, tal vez inconscientemente y sin culpa, está actuando como emisario del rey de la oscuridad: del Mal. Que espere primero a llenarse del Espíritu de Dios, que es dinámico, versátil, luminoso, positivo, entusiasmado, integrador... y luego que vuelva a sus funciones para decidir los caminos de sus fieles.