KYRIE ELEISON

     

epílogo

   

CRISTO, EL ANTIHÉROE

      E

capítulo 02


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  En el mundo, los héroes luchan contra el Mal, y, aun estando en inferioridad de condiciones, acaban por vencerle porque sus aspiraciones son nobles.
Pero esto no es verdad.

Cuando Jesús fue tentado en el desierto, Satanás le señaló el mundo y se lo ofreció a cambio de que le adorara. No le ofreció el mundo como propiedad de Dios, sino como propiedad suya. Y Jesucristo no refutó esta afirmación, simplemente rechazó el ofrecimiento.

Los héroes del mundo, con su inteligencia, con su astucia, con su destreza, con sus conocimientos, y favorecidos por las circunstancias, consiguen aplastar al Mal y tomar el poder.
No pasa mucho tiempo y el Mal vuelve a aflorar aun con más virulencia.

Jesucristo dijo: "no os resistáis al Mal".
Él no luchó contra el Mal, sino que luchó por el Bien. Y al final resultó vencido. Abandonado por los suyos y colgado de un madero para desprecio de todos.

Los héroes del mundo se ven en situaciones extremas, llegan casi a entrar en la muerte, pero vuelven a salir de ella y siempre resultan airosos.
Jesucristo no sólo entró en la muerte, sino que se hundió en ella y la traspasó. Dicen las escrituras: "bajó hasta los infiernos".
Jesucristo no revivió para continuar la lucha hasta alcanzar la victoria, sino que resucitó: Pasó de la vida a la Vida, del mundo al Reino.

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El Mal no se sostiene en sí mismo. No tiene vida propia.
El Mal se alimenta sólo y exclusivamente de la lucha contra el Bien.

Guerras, cataclismos, injusticias sociales, países que se mueren de hambre. Parece como si Dios misericordioso permaneciera indiferente.
Pero Dios no lucha contra el Mal, porque eso significaría alimentarlo, fortalecerlo.
Si Dios luchara contra el Mal, ya no habría esperanza de Vida eterna para los hombres.

Dios hace otra cosa: Manda a su Hijo para que le muestre al mundo el verdadero Camino: No luchar contra el Mal, dejarse matar por él en una lucha por el Bien que, en el mundo, ya está perdida de antemano.
Pero el mundo no comprende esta enseñanza e, incluso aquellos que siguen a Jesucristo, siguen soñando con el héroe humano de los poemas épicos.

Las iglesias levantan grandes fortalezas con murallas doctrinales y sólidas puertas de sometimiento.
En su interior, ejércitos jerarquizados armados con afiladas espadas de estudios bíblicos.
No es ésta la Iglesia que Cristo instituyó.

El Mal se alimenta de su lucha contra el Bien.
No obtiene el Mal su alimento de aquellos a los que ha conseguido someter, de aquellos que llamamos "hombres del mundo". Éstos no le son ya útiles, al contrario, le debilitan.
El Mal busca su alimento dentro de las iglesias y de todas las instituciones que luchan por la justicia.
Pero las iglesias intentan fortalecerse más y más porque no terminan de creerse que morir a la vida es resucitar en la Vida.

¡Que caigan esos muros que nos mantienen divididos! ¡Que se desplomen esas puertas que nos aprisionan en el sometimiento! Tomemos las afiladas espadas bíblicas, metámoslas en el horno de fundición y modelemos coronas, pues ¡somos reyes!
Y somos reyes porque vamos a morir. Mas no hay nada que temer, el Camino entre la tierra y el Cielo, entre el mundo y el Reino, entre la vida y la Vida, ya está abierto. Y este Camino es Él: Jesucristo.