KYRIE ELEISON

     

epílogo

   

ENAMORAMIENTO

      E

capítulo 12


anterior - índice - siguiente

             
  El enamoramiento es la expresión más poderosa de la capacidad del hombre de salir fuera de sí y del propio mundo para adherirse y entregarse a algo ajeno a él.
No es pura ceguera. El enamoramiento abre los ojos de un hombre a la belleza, a la bondad y a la perfección que permanecen ocultas a los ojos de los demás.
El hombre verdaderamente enamorado no concibe obstáculos suficientemente grandes como para desistir de su empeño de alcanzar la belleza que ha descubierto. Se transforma interiormente y todo su ser se aúna y se proyecta hacia un único objetivo.

El enamoramiento es pasajero cuando se realiza en la relación de pareja. Entonces la propia imperfección humana termina por apagarlo y parece como si se volviera a la realidad de las cosas.
Pero cuando el enamoramiento es proyectado hacia Aquél cuya belleza no se consume, cuya fidelidad nunca decrece, cuya bondad no tiene límites, cuya perfección es tanto mayor cuando más se la conoce, entonces el enamoramiento se transforma en la fuerza más poderosa y más eficaz para el auténtico encuentro con la Verdad.

Dios ama a todos sus hijos, a los justos y a los injustos. Pero el mensaje de salvación es más que eso: Dios está enamorado. Por eso ha roto el muro que separaba el Cielo de la tierra, ha abierto un Camino por sobre el abismo para venir a recoger a la esposa. Tal es el fuego de Amor que arde en su corazón que no existen obstáculos que puedan llevarle a desistir.
El esposo es Cristo, la esposa somos los hijos del Reino.
Un místico no es ni puede ser otra cosa que un hombre enamorado de Dios.
 

El Amor de Dios no es estático ni pasivo, sino que fluye y se expande.
El hijo del Reino es el conducto por el que ese Amor llega del Cielo a la tierra, y de la tierra al Cielo.
Un conducto debe estar abierto por ambos extremos y limpio interiormente.
El hijo del Reino está abierto al Cielo en su interior, y abierto al mundo en su exterior.
El Amor sólo es verdadero Amor cuando fluye, no cuando se estanca.

Por eso, el que se abre al Cielo pero se cierra al mundo no está dejándose poseer por Dios, sino que está intentando poseerlo a Él. Ese amor está condenado a consumirse.
El que se abre al mundo ocupándose de mejorarlo y luchando contra la injusticia, pero se cierra al Cielo, fracasará y no logrará entender el sentido de su fracaso. No bebe agua del torrente: no puede levantar la cabeza.

El mundo es un armazón duro, sólido. No se le puede agrietar a golpes.
Pero hay una grieta, un lugar donde el mundo es vulnerable y en donde se deshace su solidez. Éste es el sufrimiento del hombre, la angustia, la sinrazón de la injusticia.
Por esta grieta entró Cristo y a través de esta grieta penetra también el Espíritu de la Verdad.

Una pequeña grieta es suficiente para que un globo, por grande y majestuoso que pueda parecer, termine por venirse abajo y quedar tirado sobre la tierra y pisoteado por los niños.
También el mundo, como un globo inflado de soberbia, puede parecer majestuoso, impresionante, sostenido en el aire por sí mismo. Pero a través de la grieta del sufrimiento y de la angustia de los hombres terminará por mostrar su verdadera consistencia: será pisoteado por los niños y por todos aquellos que, como los niños, caminaron siempre a ras del suelo y nunca quisieron subirse en él.
 


Si yo me siento enamorado de una mujer y arranco a la fuerza ese sentimiento de mí por pensar que es impuro ya que no va dirigido a Dios, entonces no estoy realmente aunando mi ser, sino que lo estoy mutilando. Pero si ese enamoramiento lo pongo en manos de Dios, le estoy permitiendo que tome para sí lo que yo, como ser humano, inevitablemente proyecto en lo visible, en lo tangible.
Y sólo a través de lo visible y lo tangible es posible alcanzar lo invisible y lo intangible.
Pero esta trascendencia no se realiza por el simple hecho de que yo ponga las cosas en manos de Dios, sino por el hecho de que Dios mismo está enamorado de mí y Él, por propia iniciativa, asoma a través de todas las cosas para que yo pueda reconocerle y así, poco a poco, por medio de la belleza imperfecta Él me irá mostrando la perfecta Belleza, que sólo está en Él.