KYRIE ELEISON

     

epílogo

   

EXPRESIÓN Y CONTENIDO

      E

capítulo 16


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  Lo interior y lo exterior se complementan. ¿Cómo podría yo decir que algo está dentro si no hubiera otra cosa fuera?
El alma y el cuerpo, el espíritu y la materia, la lógica de las cosas y el sentido de las mismas, todo es bueno, todo tiene su sitio y su razón de ser.

¿Dónde está el Mal?
Un sacerdote, muy entrañable para mí, dijo una vez en una homilía: "El Mal es un problema moral." Posiblemente, para casi todos los presentes, aquella frase pasó desapercibida pero a mí, en aquella circunstancia, me impactó.
El Mal no es algo añadido a la creación divina, es un orden de valores. Y el hombre ordena los valores desde su interior.
Ya lo dijo Cristo: "No es malo lo que entra en el hombre, sino lo que sale de él... Porque es en el corazón del hombre donde está el adulterio, la mentira,..." y todo el Mal del mundo.

Lo interior es el contenido de las cosas, es la realidad ontológica. Lo exterior es la expresión de las cosas, es la realidad lógica.
¿Qué debe mandar y qué debe obedecer?
En el mundo, el espíritu está sometido a la materia. Por eso existe la angustia y la muerte. En el Reino la materia está sometida por el espíritu: La angustia y la muerte han sido vencidas.

Cuando Cristo resucitó, invitó a sus apóstoles a que tocaran su cuerpo. Además, comió delante de ellos. Había pues materia en su cuerpo glorioso.
La materia, el cuerpo, es la expresión del espíritu, y el espíritu se manifiesta en el impulso del Amor. Así pues, la materia es la expresión del Amor de Dios.
Pero cuando la materia toma la primacía y somete al espíritu, entonces sobreviene la muerte interior, que es la verdadera y única muerte.
Éste es el Mal: Que aquello que ha sido creado para ser expresión de otra cosa superior, tome la primacía y mate su verdadera razón de ser.

No es malo que el hombre investigue en la naturaleza y conozca las leyes de la física y la expresión material de la vida, al contrario.
Lo malo es cuando se utilizan estos conocimientos para intentar desviar el sentido de la propia creación divina, para reconducirla hacia donde al hombre se le antoje ya sí poder decir: "Hemos matado a Dios, somos, pues, dioses".
Efectivamente, han matado a Dios en su interior, han matado el espíritu que les sostenía y les daba la vida, han matado su propia razón de ser. Se secan, y luego se les prende fuego y arden como la paja.

Los orientales no son mejores personas que los occidentales, ni la salvación viene a través de los orientales. Pero de la filosofía oriental los occidentales tienen mucho que aprender. No de las modas espiritualistas, que no son más una evasión de una realidad que no quieren encarar (evasión quizá menos dañina, pero no menos engañosa que aquellas otras como puedan ser el alcohol o las drogas), sino del sentido trascendente que se desprende del profundo respeto por la creación divina.