KYRIE ELEISON |
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epílogo |
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FE Y CREENCIAS |
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E |
capítulo 19 |
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Un hombre puede aceptar unas ideas porque piense que proceden de una fuente fidedigna, y realizar un orden mental de la realidad que le rodea a partir de esas ideas. Cuando este hombre descubre que la fuente de donde las ideas procedían no era fiable, entonces reordena su mente y reemplaza sus esquemas por otros que se acomoden mejor a la realidad exterior. Esto no tiene nada que ver con la fe. Las iglesias, con el pretexto de estar iluminadas directamente por Dios, generan todo un orden de ideas que imponen a sus fieles. Éstos, sumisos, las aceptan y las integran en su manera de ver las cosas. Esto tampoco tiene nada que ver con la fe. Cuando estas cúpulas eclesiásticas, formadas por seres humanos, demuestran con su testimonio que no son fiables, que están llenas de falsos ministros, y que las ideas que han impuesto llevan a muchas contradicciones, entonces no es extraño que los hombres se alejen y renieguen de todo planteamiento religioso. Aquí la fe no ha entrado en juego para nada. Hablamos de ideologías, y la fe es una realidad absolutamente distinta. La iglesia católica de nuestros abuelos entregaba un "paquete de verdades" a todo aquél que quisiera llamarse católico. O se aceptaba íntegramente (y entonces nos esperaba una salvación segura), o se rechazaba (y entonces sólo cabía esperar la condenación eterna). Dentro de este paquete había buena semilla, había mucha paja, y había también cizaña. La buena semilla era la Palabra de Dios hecha carne: Jesucristo. La paja era un motón de dogmas en los que había que creer, ritos y tradiciones. La cizaña era la actitud pretenciosa de que la iglesia católica era la única poseedora de la verdad, así que Dios no podía ni existir ni actuar fuera de ella. Todo este sistema institucionalizado de administrar los misterios divinos no tiene tan siquiera una remota relación con la fe de Abraham, ni con la fe salvífica de la que Jesucristo habla. Es otra cosa distinta aunque se siga empleando la palabra "fe", quizá como una manera de darle carácter divino a algo que es exclusivamente humano: La religión como herramienta eficaz para mantener el orden social. Unos hombres, por el hecho de haber estudiado determinadas disciplinas filosóficas y teológicas y haber realizado determinados ritos, se convierten en apóstoles de Cristo con todo lo que eso conlleva. ¡Asombroso e increíble! Luego se habla de "crisis de fe". No hay crisis de fe, porque nunca hubo verdadera fe. Simplemente se abandonan unas posturas que presentan contradicciones y conflictos para aceptar otras que parecen más razonables. Sin embargo, dentro de todo este montaje social e ideológico, aparecen hombres que de verdad tienen fe: Éstos son los que se encontraron con Dios en su corazón, y sólo éstos pueden hablar de verdadera fe. Hombres y mujeres, dentro de la iglesia católica u otras iglesias cristianas, que consumieron sus vidas en servir a los demás y en dar testimonio vivo del mensaje cristiano. |
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