KYRIE ELEISON |
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epílogo |
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REINO CELESTIAL E IGLESIA TERRENAL |
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E |
capítulo 20 |
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¿Y las instituciones eclesiásticas? ¿Y las jerarquías? ¿Y los ritos y las tradiciones? ¿Y los pastores que ayudan a los que buscan a Dios? Todo eso está bien cuando no permitimos que la expresión de las cosas oscurezca el contenido. Las iglesias cristianas, y especialmente la católica, no deberían ser otra cosa sino esto: Luz en el mundo generada por el Amor. La doctrina es muy sencilla, los niños la conocen antes de que los adultos lleguen a descubrirla: Dios es Amor, y el Amor aúna, por eso Dios es la Unidad perfecta. Es Padre de todos y, lo sepamos o no, todos le buscamos a Él. Si Él es Padre de todos y a todos ama, no existe otra manera de encontrarnos con Él que amándonos todos unos a otros. Así acercamos la creación divina hacia su creador. Pero aun falta algo: Hay un abismo entre el Cielo y la tierra: la muerte. Aun amando a todos los seres humanos, ¿cómo salvar el abismo entre el Padre y yo?: Esto es el Cristo: Amor que vence la muerte, Camino que salva la distancia entre el Cielo y la tierra. Si esto que he expresado aquí deja de ser un conjunto de ideas y pasa a ser una forma de vivir y de sentir, entonces sobrarán todos los teólogos y podremos incinerar sin ningún temor miles y miles tratados de religión y de espiritualidad. Sobra la filosofía escolástica. Sobra el derecho canónico. Sobran dogmas sobre la naturaleza de las cosas. Sobran altares coronados por vírgenes y santos. Sobran situaciones de privilegio para determinadas personas. Sobran muchas denominaciones para las iglesias en las que se pone de manifiesto la división y la rivalidad. Por mucho que queramos denominar las cosas, la verdadera Iglesia de Cristo no tiene nombre ni lo tendrá nunca. Porque Dios, el innombrable, tampoco tiene nombre ya que, si lo tuviera, ya no sería el Todo. Y la Iglesia está predestinada a fundirse en el Todo. ¿Quieres evangelizar? Da testimonio de Amor. No malgastes saliva en palabrerío para intentar atraer a la fuerza a los hombres hacia la institución a la que idolatras. Los dilemas planteados en los principios de la historia de la humanidad son, a veces, muy reveladores también para nuestro tiempo. Porque entonces las cosas se planteaban con una sencillez que ahora, cargados de ideas heredadas a través de los siglos, es casi imposible. |
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