KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 12


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  Silencio mi mente, entorno mis ojos. Puedo observar a los demás hombres en la distancia del espacio como seres de otro tiempo. Y lo percibo con claridad.
En ese instante cósmico, no existe otro “yo” que el mío, el de quien observa y percibe. Y veo en la maldad de mis semejantes mi propia maldad, y en su bondad mi propia bondad. Cada uno de ellos tiene ese mismo “yo” que ahora sólo es mío, pero en otro instante cósmico. Ellos son la memoria de mí mismo.
Pero si yo los observo como la memoria de mí mismo ¿son entonces mi pasado? Y en ese otro instante en el que uno de ellos me observa como recuerdo de sí mismo, poseedor él entonces del “yo” que ahora es mío, ¿soy yo entonces su pasado?
El tiempo avanza hacia atrás. El “antes” y el “después” se confunden en el “ahora”. El tiempo de cada cosa, de cada hombre es sólo de él. Y lo es cuando posee el único “yo” que existe. Y este “yo” es inmóvil en ese eterno “ahora”.
Y la paradoja: el “yo” anacrónico de todas las cosas es la defragmentación en el tiempo del “YO” divino, el del eterno “ahora”.