KYRIE ELEISON
     

ESPÍRITU
   

 

      E

libro 2 - capítulo 11

anterior - índice - siguiente

             
  Un inmenso Temor surgió desde el caos cuando la Luz de Dios llegó a él creando al “ser sin nombre”. Pavor, pánico, terror al “no ser” de la nada, y el “ser” se defragmentaba una y mil veces en un espacio y un tiempo que ningún ser humano podría llegar ni a imaginar. Con una agitación estremecedora, se abrió, partiendo del “ser sin nombre” todo un cosmos informe, que quería ser tan grande como Dios mismo. Y cada cosa de lo que existía se negaba a reconocerse en lo demás, sino que sólo perseguía una afirmación en su “ser” huyendo de sí mismo en la continua defragmentación.
Pero si por huir del “no ser” del caos, el cosmos se introdujera en el “no ser” de la huida de sí mismo, la implosión sería consecuencia inmediata de la dispersión informe del cosmos, y todo volvería en unos instantes a la unidad estática del “ser sin nombre”, y de ahí al caos. Por eso el cosmos, cuando el inmenso Temor hubo cedido, quiso consolidar su existencia en una relación consigo mismo que, sin deshacer la defragmentación que le permitía su permanencia en el espacio tiempo, afianzara su “ser”, es decir su “yo”: Esto es, la relación anacrónica.
Toda relación determina una identificación. Pero no es ahora el observador el que se identifica con el observado, sino que es el tercer ente de la defragmentación (la referencia, la medida) lo que se identifica anacrónicamente. El ente se observa a sí mismo, pero la referencia ya no pertenece a su propio espacio bidimensional estático, sino que se halla identificada con la referencia de su propio “yo”, pero en otro instante cósmico. La implosión ya no es posible, y todos los entes del cosmos se unen en conjuntos anacrónicos, en los que la medida es referencia común. Y así se generan los órdenes materiales.

Y el tiempo es uniforme allí donde los ordenes materiales son estables, y cada rincón del cosmos tiene su tiempo, y allí donde no hay orden anacrónico, no hay tiempo, sino una “nada” absorbente que lleva la materia al “no ser”.