KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 3 - capítulo 09


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  El orden cósmico se comporta como si la coherencia fuese una base segura en la que reposar. La incoherencia le lleva a la angustia, significa desprotección ante el caos. Cualquier fisura en el orden cósmico suscita inmediatamente una reorganización de manera que todo lo que suceda esté perfectamente enlazado con lo anterior, sin huecos ni saltos.
El orden celestial, es absolutamente opuesto. Nada se cierra en sí mismo, sino que obedece a la libertad y espontaneidad del impulso. No necesita una base sobre la que asentarse, porque está asentado en la plenitud del ser. No mira la coherencia lógica sino la efectividad de la acción.
Sin embargo el orden cósmico es frágil y el celestial recio. Nada que exista en el cosmos tiene garantía de existencia. Se esconde en su orden e intenta llevarlo todo al extremo de la cohesión, para que así cada cosa se sienta sostenida por las demás. Pero es como dos hombres que se mantienen en el aire, cada uno sosteniendo al otro. Si algo exterior a ellos no los mantiene, ambos caerán sin remedio. En el orden celestial las cosas ya están sostenidas por sí mismas. Se unen para realizar, para actuar en el impulso, pero no para evitar el vacío.
El orden cósmico está sostenido por el orden celestial, pero no pertenece a él, y el orden celestial se genera para sostener el orden cósmico: este es el abrazo amoroso entre el Cielo y la tierra, entre Dios y el cosmos.

No es el espíritu, frente a la materia, una manifestación superior del ser dentro de una clasificación ordenada. El espíritu es de otra naturaleza, y ninguna “evolución” de los órdenes cósmicos pueden llegar a generar órdenes espirituales, porque el espíritu está ya de hecho en cada cosa del cosmos, y sujeta a ella, dándole existencia en su sensación y su impulso, que es lo que le permite crear su orden.
Lo que sí es posible discutir es la medida en la que una cosa está asida al orden material o al espiritual.