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La eficacia del hombre en sus propósitos tiene dos dimensiones: La toma de conciencia de la realidad, que sólo está en el ‘ahora’, y el impulso que viene definido por el norte hacia el cual proyecta todo su ser.
Jesucristo hizo hincapié en ambos principios.
En su predicación, Él nos habla del “pan nuestro de cada día”, de “bástale a cada día su propio mal”, y “no os preocupéis de qué comeréis ni qué vestiréis”. En la serena aceptación del ‘ahora’, el ser humano se libera de toda fantasía y se sitúa en la realidad misma. De la misma manera, nos habla de un Reino, de un mensaje de salvación, que es el que proyecta el ser del hombre hacia un ideal que da sentido a su vida y que, por medio de la fe, se hará realidad sin ninguna duda.
El hombre que busca y acepta la realidad, pero que no se proyecta en un ideal, termina siendo devorado por la materia y la razón, y llega un momento en el que se siente absolutamente mediatizado por un sistema natural y social inexorable, que conduce todos sus actos y su destino.
El hombre que, embriagado por el mensaje de salvación, se olvida de descansar en la realidad del ‘ahora’, se torna en fanático, se ciega en sus propias fantasías, y, cuando la realidad le reclama, muchas veces termina por renegar de todo ideal, volviéndose incluso más mezquino que aquél otro que, desde un principio, sólo buscaba la realidad material de las cosas.
El tiempo de conversión no admite demoras ni proyectos de futuro. El tiempo de conversión está en el ‘ahora’.
Las vírgenes prudentes supieron esperar en el ‘ahora’ mientras que guardaban el aceite que les permitiría proyectarse en la hora en la que sus anhelos se cumplieran.
Cada instante de nuestra vida es el último si no nos dejamos fascinar por la irrealidad del devenir del tiempo. El tiempo no existe como fenómeno ajeno a nosotros, sino que es la manera que tenemos los seres vivos de conocer y aprehender los fenómenos naturales.
Aferrarse al tiempo, que es una realidad subjetiva, para situarse en la objetividad, siempre lleva a la ineficacia, al sentimiento de culpa y al rotundo fracaso.
‘Ahora’ es el tiempo de conversión. El ‘ayer’ ya no existe, el ‘mañana’ sólo es una idea subjetiva sin ninguna entidad real.
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