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07/11/2005

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el pecado

013

Realmente el pecado trae malas consecuencias, incluso aunque no exista culpa alguna. La acción divina es como un río: O se está dentro, y entonces todo fluye positivamente, o se está fuera, y entonces llega la sequedad, el vacío y la muerte.
Pero hay una cuestión en la que habría que aplicar un discernimiento muy minucioso: ¿Qué es verdaderamente ley de Dios, y qué es ley humana?
La idea de la divinidad es sobrecogedora, y un hombre con espiritualidad siempre será sensible a ella. El bien y el mal no son conceptos judeo-cristianos, son conceptos universales que expresan una inquietud inherente al ser humano, y las religiones vienen a dar respuesta a esta inquietud explicando las leyes eternas del universo en el plano moral.
Pero con el tiempo, dado el gran poder de influencia de estas leyes, las instituciones religiosas han querido añadir sus propias consignas a las leyes eternas con el objeto de convertirlas en indiscutibles. Muchas de estas leyes añadidas no tienen otra función que perpetuar la existencia de la institución y asegurar un orden público.

Matar y destruir, acaparar en perjuicio de otros, sojuzgar despreciando la dignidad humana, nada de esto sucede sin que, antes o después, se haga justicia. Otras muchas cosas podrían ser consideradas dentro del absoluto de la Ley eterna.
Pero junto con las leyes universales existe una serie de normas a las que se les ha dado carácter divino, y habría que analizar en qué medida son solamente un conjunto de tradiciones, de interpretaciones de unos sobre interpretaciones de otros, que al final hacen sentir al hombre culpable de lo que él mismo no siente como malo, y que le prohíben de una manera irracional hacer cosas que la sana conciencia no denuncia en absoluto.
Las leyes divinas hay que descubrirlas en el corazón, en la conciencia purificada. No hay que buscarlas en los libros. Los libros y las instituciones nos pueden ayudar a purificar la conciencia que nos permite discernir de manera natural lo bueno de lo malo, pero ni los libros ni las instituciones pueden sustituir la conciencia.

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07/11/2005

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