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13/11/2005

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el otro jornalero

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Hubo otro jornalero al que el amo confió un talento, y no sólo no lo devolvió, sino que además se lo gastó en sus caprichos. ¿Qué juicio merecerá? La respuesta está quizá en otra parábola, tal vez la del hijo pródigo...
El juicio de Dios es mucho más severo para con aquellos que tienen conciencia de la realidad espiritual que para con los que no la tienen. “Os quiero fríos o calientes, pero a los tibios yo los vomito lejos de mí.”

La conciencia espiritual supone una gran liberación y al mismo tiempo una gran responsabilidad.
Los organismos sociales, a pesar de la gran influencia que tienen en toda la sociedad, no merecen un juicio tan severo como aquellas otras instituciones que se comportan según valores eternos. Las iglesias realizan muchas obras buenas, pero no se puede poner el acento ahí, porque cuando una entidad que peca de inmovilismo se ve satisfactoriamente aceptada, se hunde en su propia inercia.

¿Cómo es que en las misas católicas apenas hay jóvenes? Los que hemos vivido experiencias realmente duras, tal vez seamos capaces de encontrarle el sentido divino a muchos de los ritos, y aun así vemos claramente que la rutina de unas palabras leídas o recitadas de memoria pierden a la larga todo contenido.
Por otra parte, organizaciones o fundaciones católicas que intentan renovar la liturgia haciéndola más participativa, encierran a sus fieles dentro de sus muros, y en general menosprecian a aquellos que quedan fuera: “Éstos otros practican la religiosidad natural”, dicen muchos de ellos.

El Concilio Vaticano II se quedó corto en muchos aspectos, y aun así, aquello que consiguió renovar, no ha sido eficazmente aplicado en su totalidad.
El acercamiento entre las iglesias cristianas quizá se mueva en las altas esferas, pero el pueblo no sabe nada de eso. Y no se trata de reconciliar instituciones desde la cúpula, sino más bien de crear una conciencia de hermandad en todo el pueblo cristiano.
La preocupación por la pobreza, la miseria, la tortura, el abuso, y tantas otras cosas, queda relegada a la anécdota desde el momento en el que las iglesias no implican a todo el pueblo en la tarea de la lucha como una condición casi imprescindible para poder ser considerado verdadero cristiano.

¿Está enterrando la iglesia católica los talentos que se le ha dado? ¿Serán tal vez esos ritos rutinarios un agujero en la tierra?
Si la eucaristía es tan importante, tal vez merezca más de lo que se le da: Más corazón, más espontaneidad, más implicación con los problemas reales de la vida social y personal, más protagonismo por parte de los fieles, más autoridad para el cristiano de a pie y menos para el jerarca, dejar hablar más al Espíritu, pues, ¿cómo podría expresarse el Espíritu a través de unas oraciones rutinarias?

El otro jornalero, el pecador, ése le lleva la delantera a muchas instituciones religiosas. Porque no se anquilosa, porque busca y arriesga, y, aun sin pretenderlo, de esta manera permite que la Luz de Dios en el momento menos pensado pueda llegar a iluminarle.
Y éste no es un discurso fácil, sino que lo digo desde la propia experiencia. Verdaderamente Cristo está al lado de los pecadores, no de los que pecan premeditadamente para acercar a Cristo, sino de los que se ven sin quererlo hundidos en el pecado por arriesgar demasiado. Y los jornaleros que fueron fieles en lo poco, tuvieron que arriesgar mucho para poder devolver duplicado lo que el amo les dio a su partida.

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13/11/2005

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