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17/11/2005

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la idea de institución

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El Reino de los Cielos crece al margen de las iglesias, y lo forjan esos hombres y mujeres que, hastiados de las baratijas materiales de las cosas del mundo, buscan un sentido trascendental para sus vidas, un ideal por el cual merezca de verdad la pena luchar.
Sin embargo no deja de ser cierto que no son pocas las personas que sólo recurren a Dios, por medio de las iglesias institucionalizadas cuando se ven presas del desasosiego, y, una vez resueltos sus problemas, salen de allí para continuar igual que al principio.

En cualquier caso el Reino no puede ser una realidad puramente espiritual sin ninguna expresión física. Es importante que los cristianos nos reunamos y compartamos, tanto los bienes espirituales como los materiales. Por eso Jesucristo instituyó la eucaristía y dijo: “Donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré yo.”
Para que dos o más se reúnan es necesario al menos que uno de ellos los convoque, que determine un día, una hora y un lugar. Sólo eso es ya un formalismo, y cuando los convocados son muchos es muy difícil prescindir por completo de la idea de institución.

Por otro lado también dijo Jesús: “Donde esté yo, allí estará mi siervo.” Y Él está también y sin lugar a dudas en las iglesias cristianas, en todas. Incluso más en aquellas desviadas que en las encaminadas, pues su principal preocupación es enderezar lo que está torcido y rescatar lo que se ha extraviado.
Un cristiano que se ha encontrado con Dios en su interior no puede guardar para sí ese tesoro, inmediatamente se pone en movimiento. Enderezar y purificar las iglesias, y luchar por la unidad de todas ellas ha de ser un ideal, entre otros muchos, para una lucha comprometida de por vida.

Por eso es necesario, por una parte reclamar una justa libertad de conciencia, y por la otra solidarizarse con todos aquellos que, de una manera u otra, quieren servir a Cristo, aunque lo hagan de manera equivocada desde la perspectiva de la Luz que Él ha encendido en nuestro corazón.
Farsantes hay en todas partes, pero sólo podremos encontrarlos allí donde se reúne gente de buena fe, pues una comunidad de sólo farsantes jamás podría subsistir. No despreciemos por lo tanto ninguna iglesia por los farsantes que hay en ella, el mal sólo se instala allí donde se lucha por el bien.
El compromiso con las iglesias cristianas y el cristianismo mismo son dos cosas inseparables.

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17/11/2005

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