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27/11/2005

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vigilancia

022

Las imágenes del cortejo y la boda utilizadas en las escrituras son mucho más que una comparación sugerente. Nada de lo que ocurre en lo humano puede ser absolutamente independiente de la relación entre el Cielo y el hombre.
El enamoramiento y la sexualidad, que pudieran parecer algo ajeno (y a veces hasta contrario) al plan divino de trascendencia de lo material hasta lo espiritual, son sin embargo uno de los pilares necesarios para la comprensión del comportamiento de Dios para con el ser humano.
Un matrimonio verdadero tiene su eje principal en el amor, y no puede existir verdadero amor si no es en la libertad. Dios no sojuzga con sus leyes a su propia creación, sino que la enamora y la invita a desposarse con Él en la persona del Cristo, que las escrituras, desde el antiguo hasta el nuevo testamento, llaman “el Esposo”.
 
Jesucristo invita a todos los hombres a permanecer siempre vigilantes. Dice que el amo se ausenta, pero que volverá a tomar posesión de lo suyo.
En la parábola del amo que deja su viña al cuidado de sus empleados y luego envía, primero a sus siervos, luego a su hijo, a pedir cuentas de los frutos, este amo deja la viña al cuidado de sus empleados. No pone vigilantes, ni desliza espías para castigar por sorpresa a los que no sean honrados. Verdaderamente se ausenta y deja a los trabajadores en completa libertad. La libertad es una responsabilidad que requiere atención y vigilancia sin desmayo.
Efectivamente Dios ha dejado el mundo al cuidado de los hombres, y deja hacer lo mismo que el agricultor deja crecer juntas la buena hierba y la mala.
 
Si el hombre delegara su responsabilidad en Dios, ya no tendría posibilidad de trascender a una realidad espiritual superior, y es el Amor divino, su anhelo por compartir la plenitud con el ser humano, lo que le lleva a Dios a mantenerse en la distancia respetando la libertad que le regaló.
Sin embargo el ser humano que libremente se entrega al Espíritu de la Verdad reconoce ya, en este mundo, el sabor de la celebración de las bodas eternas, del coito sagrado que genera Paz y plenitud sin límites.
Cuando el Amo regrese, cuando el Esposo venga para llevarse consigo a la esposa, la libertad con la que Dios regaló al hombre le será multiplicada a aquellos que supieron hacer uso de ella, y le será quitada a los que la utilizaron para su propia conveniencia.
 
Si bien es verdad que estas imágenes tienen mucho de poéticas, no hay que engañarse pensando que la poesía que las envuelve es sólo un señuelo para ocultar un vacío.
Desde el principio del cosmos hasta nuestros días todo ha evolucionado de manera absolutamente sorprendente e insospechada para la capacidad de comprensión del hombre. Tampoco lo que ha de llegar es en absoluto previsible para la inteligencia humana. Las cosas que están por encima de nuestra capacidad de entendimiento sólo se pueden conocer en la más absoluta humildad y entrega a esa realidad superior que nos abarca y que nunca llegaremos a abarcar.
Lo pequeño y lo grande, todo obedece a las mismas leyes porque todo tiene un mismo origen. El matrimonio humano no es un invento de las diferentes culturas para encauzar la sexualidad, sino que es expresión de un comportamiento cósmico que se manifiesta en todas las cosas.
 
Cuando el Amo regrese para recoger lo suyo y entregarse al Padre, ¿qué espera encontrar según sus propósitos?
Espera encontrar un mundo solidario, donde los seres humanos vivan preocupados los unos por los otros. Un mundo donde cada gemido, por lejano que se escuche, ponga en marcha a todos los hombres en la misión de ayudar y consolar al que sufre.
No espera encontrar fortificaciones que guarden la ortodoxia de las ideas verdaderas, sino más bien hombres entregados, no a ideas, sino a actitudes que hagan viva la Verdad divina sobre la tierra.
Para un verdadero Padre es mucho más importante la vida que las ideas: Si observa que sus hijos discuten, si observa que unos viven a costa de los otros, no le importa la exactitud o inexactitud en las ideas ni de los opresores ni de los oprimidos, sino que levanta al que sufre y deja caer al déspota, aunque éste último cumpla rigurosamente con todos los ritos y celebraciones de su iglesia.
El hombre que se encierra en sí mismo y no vive de verdad para los demás no hace buen uso de su libertad, no entrará en el banquete de bodas cuando el Esposo regrese.

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