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28/11/2005

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la espera

023

Las respuestas inmediatas no transforman al hombre.
Cuando aparece sobre la superficie una grieta, el impulso espontáneo es el de taponarla, pero una grieta en la superficie no es nunca el verdadero desperfecto, sino sólo una manifestación de un daño más profundo.
La premura es signo de superficialidad. El que tiene planteamientos profundos sabe que el tiempo sólo es un enemigo cuando se vive en la inconsciencia, pero que es un aliado cuando ningún detalle es pasado por alto, cuando lo pequeño y lo grande tienen la misma importancia.
El hombre de nuestro tiempo es incapaz de confiar en Dios porque siempre tiene prisa y está acostumbrado a obtener respuestas inmediatas. El hombre lleno del Espíritu sabe esperar, y por eso alcanza todo lo que se propone.
La espera silenciosa que es capaz de mantener una esperanza tan viva como reposada no cree en los imposibles. La prisa hace que todo lo material imponga su poderío sobre el espíritu, pero el que conoce la materia y conoce también el espíritu, ése sabe que lo material no puede existir sin el impulso del espíritu, y así, cuando hace del tiempo su aliado, nada hay que pueda subyugarle.
En la espera silenciosa hay un espacio de paz en el que el ser humano puede sentir la plenitud de lo que espera incluso antes de haberse manifestado.
Por eso, el anhelo imperturbable del corazón que no se deja abatir por los obstáculos aparentemente infranqueables, alcanza todo lo que se propone. Mas, ¿qué anhelo puede perdurar si no está sostenido por el Amor?

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