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Vivo está aquél que está lleno de Paz, que siente en su corazón la plenitud de haber hecho todo lo que su conciencia le dictaba, que puede observar los frutos de sus obras. Se puede ser paralítico y estar lleno de vida, y se puede estar completamente sano y estar muerto.
La traición a la propia conciencia mata al ser humano, le ensombrece, y entonces el entusiasmo vital no le lleva a la verdadera alegría, sino a la euforia desencajada, que siempre acaba por convertirse en su contrario.
Cristo nunca quiso condicionar la vida de los hombres, ni mediatizarlas con leyes impuestas, Cristo vino a dar Vida, y darla en abundancia, para que cada cual, según su original forma de ser, pudiese ser verdaderamente eficaz.
Tampoco quiso amedrentar con amenazas fatales, sino avisar de las consecuencias inevitables de la traición a la conciencia. ¿Cuántos creyentes y no creyentes no pueden, ya en vida, testificar la existencia del infierno?
Jesucristo sanó completamente al paralítico cuando le perdonó los pecados, no cuando le curó su parálisis. ¿Cuánto tiempo más vivió ese paralítico antes de enfermar definitivamente y morir? Ser paralítico es una circunstancia vital, pero sentirse absolutamente limpio en la conciencia es tener la capacidad para ser útil y feliz sean cuales fueren las circunstancias vitales.
Por eso, tener Vida es mucho más que estar vivo.
¿Qué quiso decir Jesucristo con la frase “al que le perdonéis sus pecados les serán perdonados, al que se los retengáis le serán retenidos”?
Perdonar los pecados y resucitar a los muertos es exactamente la misma cosa. Tomar a un hombre oprimido por sus culpas y mostrarle la misericordia divina hasta hacer de él un hombre nuevo, libre y lleno de entusiasmo positivo, eso es perdonar sus pecados.
Hacerle ver a un poderoso, rico y explotador, que no encontrará paz en su espíritu hasta que no convierta su egoísmo en solidaridad, eso es retenerle sus pecados.
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