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06/12/2005

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impureza (2)

027

Existe la impureza desde el preciso instante en el que existe el mal. Y existe el mal cuando existe la libertad.
El mal no es una “sustancia” distinta a todo lo creado, sino un orden de cosas.
El veneno que puede salvar a la serpiente, puede matar al hombre que no pretende agredirla.

El hombre tiene derecho a salvar su integridad, pero cuando su integridad abarca también la propiedad privada de su vecino, entonces este orden ya no es universal y se convierte en un mal. Es impuro el sentimiento que lleva al ser humano a acaparar lo que es propiedad de otros.
El ser humano tiene derecho a satisfacer su sexualidad, pero cuando esta satisfacción significa la ruptura de un compromiso para con su pareja, o la disolución de una familia y la pérdida de valores morales ante los ojos de unos hijos, entonces este derecho se convierte en traición.

La impureza es el resultado de aplicar un derecho universal en favor de uno mismo y en perjuicio de los demás, e incluso en perjuicio de uno mismo.
Esta impureza está latente en todo lo que existe, pues ¿dónde acaba el derecho a la propia integridad y dónde comienza el principio de solidaridad? Por eso digo que la impureza no es algo personal.

Todo viene de Dios, y todo tiende a Dios: Todo parte de la universalidad y todo tiende a la universalidad. El hombre que, teniendo capacidad para ello, desprecia el efecto de sus actos en detrimento de la universalidad y en su beneficio personal, ése comete un error pues da su beneplácito a la impureza. Su error no estriba en el hecho de ser impuro, sino de aliarse con la impureza que existe en él.
Los errores están en los actos libres, pero la impureza es un desorden, y no existirá orden perfecto hasta que todo regrese al Creador.

El hombre que en su intimidad no observa unos principios de respeto a sí mismo, mucho menos podrá respetar a los demás. El que no conserva un interior digno, es imposible que pueda luchar por la dignidad de su prójimo. El que no es severo consigo mismo, ése jamás tendrá autoridad moral para denunciar las injusticias que observe a su alrededor. Y no digo “el que no es interiormente puro”, sino “el que no es severo consigo mismo”.
El respeto, la dignidad y la severidad son principios de pureza cuando están aliados con el Amor.

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