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Creen que talan, pero sólo podan. Aquello que quieren arrancar de raíz resulta que reverdece con más fuerza: No pueden derogar al Rey en el sacrificio de la inocencia, pues la inocencia sacrificada se expande, impregna corazones endurecidos y los conquista para su Rey.
Las raíces del Reino se cuelan por los recovecos del candor, allí donde el Mal no puede penetrar sin dejar de ser. En el candor, el Mal se deshace.
La inocencia sacrificada por la erudición ensoberbecida derrama sangre que hace justicia: El conocimiento vacío que ostenta poder sobre el espíritu observa destrucción en todos sus dominios. La muerte que ha sembrado todo lo contagia, y, muriendo su dominio, muere su poder.
La inocencia sacrificada por el culto al placer derrama sangre que hace justicia: Cuando el placer deja de ser placentero, el hoyo que ha cavado es tan profundo que ya es imposible salir de él.
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