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PALABRA

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01/01/2006

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¡Abba, Padre!

037

¿Pueden un padre y un hijo tener naturalezas distintas?
Los dioses de la antigüedad se casaban y engendraban otros dioses. No hombres, sino dioses. Tampoco los hombres podían engendrar dioses.
El mensaje cristiano está muy por encima de esta idea pagana. La naturaleza es substancialmente una sola. La voluntad es la que establece las diferencias. Por eso, hijo de Dios no es el que cumple con la voluntad divina, sino aquél cuya voluntad coincide con la voluntad de Dios. De igual manera, los hijos del Mal no son los que han sido engañados por él, sino los que libremente desean destruir lo bueno, sabiendo que es bueno.

No se puede empujar a Dios hacia el cielo distanciándolo de los hombres, convirtiéndolo en un juez, o en una idea, o en un conjunto de circunstancias que sólo es posible aprehender por medio de una información, y luego llamarle ‘Padre’. No es posible esconder a Dios detrás de unas complejas instituciones, detrás de unos ritos elaborados y petrificados, detrás de un código irracional de leyes y extrañas ‘verdades’, y luego pretender hacer de Dios un ‘Padre’ amoroso. Esa incoherencia es la que arrastran muchos “padres” del mundo, que hacen lo que prohíben y predican lo que no hacen.

Muchos se complacen en la devoción a María, y gustan llamarla ‘Madre de Dios’.
Madre de Dios debe ser todo cristiano, pues si únicamente a través del Cristo alcanzamos al Padre, en tal caso sólo será posible ser hijo de Dios gestando al Cristo en nuestro interior.
María es símbolo irreemplazable de la maternidad que debe asumir todo cristiano. Si el ideal último es encarnar al Cristo, bien está llamarla ‘Madre’. Pero primero la llaman ‘Madre’, y luego la empujan hacia el cielo, lejos de los hombres, asignándole atributos muy ajenos a lo humano. ¿Cómo puede ser ‘madre’ mía alguien que es tan diferente a mí? ¿Dónde se ha visto que del huevo de un pez nazca un lagarto?

Hablo con mi Padre y él habla conmigo. Yo le pregunto y él no me responde de manera enigmática, de manera que yo tenga que descifrar mediante complejas cavilaciones, sino que me habla de la misma forma en la que un verdadero padre le habla a su hijo pequeño, que quiere aprender y pregunta con candor sobre todo aquello que no comprende.
Cuando la amistad con Dios ha alcanzado la intimidad y la complicidad, entonces se abre un nuevo concepto de divinidad. Cuando lo sobrenatural se ha convertido en natural, entonces ya se puede hablar de filiación divina.

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01/01/2006

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