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La realidad es esencialmente espiritual, y se manifiesta en la materia.
Las palabras son imágenes sonoras. Al igual que las imágenes visibles, no se puede confundir nunca una imagen con la realidad que representa.
La palabra ‘Dios’ no es Dios mismo, sino cuatro sonidos yuxtapuestos. Otra cosa es lo que una determinada cultura quiera entender cuando estos cuatro sonidos se articulan sucesivamente y en ese orden.
Afirmar que “Jesucristo es el Hijo de Dios vivo” no es significa ya estar inspirado por el Espíritu Santo, pues muchos lo proclaman a gritos pero no lo conocen, e incluso actúan en contra del impulso divino; y otros, que niegan a Jesús, sin embargo hablan de solidaridad, de Paz y de Justicia, y están muy cerca de lo que niegan, en contra de lo que ellos mismos puedan pensar.
Porque no siempre que se excluye o se acepta una imagen, se excluye o se acepta lo que ésta representa.
Llevar la moral, la Luz y la salvación, al Cristo y al Anticristo, al mundo de los símbolos y las imágenes sonoras o visibles, es convertir toda una profunda realidad espiritual en fantasía.
¿Qué es peor, adorar a las imágenes o adorar a las palabras? ¿Acaso no son igualmente símbolos que representan realidades espirituales? La idolatría de las palabras es la idolatría de los escribas y fariseos, ¿dónde se manifiesta con mayor descaro?
El discernimiento para separar lo que viene de Dios de lo que viene del mundo cada vez debe estar menos fundamentado en las palabras y símbolos, y más en los frutos, que siempre serán el sello de la autenticidad interior.
El Anticristo del que hablan los primeros apóstoles en sus cartas está fuera y también está dentro. Y si el símbolo de la traición, Judas Iscariote, estaba dentro, dentro también habremos de encontrar la mayor traición a Cristo.
Y no en esta iglesia ni en la otra, como pretenden muchos que se entretienen demasiado en juzgar al prójimo. El Mal no tiene un sitio aparte, sino que donde se lucha por el bien, allí el Mal asienta su campamento. Los que se creen buenos, ésos los son mensajeros del Anticristo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.”
El que se cree bueno, se cree Dios.
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