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09/01/2006

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Ana y Elcaná

044

El reconocimiento del favor recibido del Cielo, como en el caso de Ana, la esposa de Elcaná, santifica el fruto divino. El leproso que regresó a darle gracias a Jesús por su curación, no solamente quedó limpio en su cuerpo, sino que, en el gesto de agradecimiento, purificó también su espíritu.
Dios lo da todo, lo que se le pide y también lo que no se le pide. No hay nada sobrenatural en el hecho de recibir favores del Cielo, lo único sobrenatural, si es que así se le puede llamar, está en el hecho de que el hombre sea capaz de reconocer real y verdaderamente que el regalo que ha recibido viene de Dios.
Tal vez Ana hubiese concebido en todo caso, pero de seguro que, sin su oración, no hubiese sido capaz de reconocer en Samuel el regalo de Yahvé, ni lo hubiese entregado al servicio del santuario, como lo hizo. Y entonces la historia de Israel seguramente hubiese sido otra diferente.
No importa el rigor histórico del relato de Ana y Elcaná, el valor de la enseñanza es en sí mismo.

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