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15/01/2006

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idolatría

048

Un dios omnipotente, encaramado en su altura, omnisciente, que vigila nuestra intimidad para someternos a un juicio riguroso, ¿cómo es posible amar a un dios así?
Ese dios no es mi amigo, mientras más lejos esté, mejor para mí. Él dicta leyes que son ininteligibles para nosotros, porque él tiene el poder máximo, y sus dictámenes son indiscutibles. Hay que tener mucho cuidado con él.
Ese dios jamás podrá comprendernos, porque él es muy poderoso, pero nosotros somos simples seres humanos que no podemos cumplir con todo lo que él nos exige. Lo mejor es asistir a los ritos, y, en la confianza de poder calmar su ira, encender muchas velas y ofrecer sacrificios.

¿Quién nos comprende? ¿Quién nos podrá ayudar?
El pueblo levanta la vista a la virgen María y a los santos, porque son más humanos, seguramente han sentido cosas muy similares a las que nosotros sentimos y ellos podrán comprendernos.
La virgen y los santos han conseguido algo casi imposible: el favor de dios. Para alcanzar el favor de dios hay que hacer cosas muy sorprendentes, cosas que casi ningún ser humano puede hacer, entonces dios se siente gratificado y acepta la compañía de estos hombres y mujeres. Ellos, que por un lado están cerca de dios y por el otro nos pueden comprender, son los que pueden ayudarnos. Los únicos que de verdad pueden ayudarnos.

Vienen unos y dicen: “nosotros no creemos en ese dios, somos ateos.”
Otros: “ese dios existe en la medida que está influyendo en las gentes y quitándoles su libertad, por eso a ese dios hay que matarlo.”
Entonces los sacerdotes de ese dios se levantan y condenan las palabras de estos hombres: “¿Cómo no va a existir dios, es que acaso todo lo creado se hizo solo?”
Comunidades de sordos discutiendo a gritos.
El Dios que ha creado el universo no es ese dios que esos sacerdotes adoran, sino un Ser muy diferente, que no deja de existir porque no se crea en Él, ni hace otra cosa que amar y salvar, comenzando por el hombre sencillo, por el menos merecedor de su Amor.

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