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Expresada en el ámbito social, la solidaridad pierde su pureza original al impregnarse de la corrupción que siempre acompaña al poder, pero es en esa muerte donde cabe esperar algún fruto.
La solidaridad pura, que casi ni se expresa para no resultar contaminada, ésa no es verdadera solidaridad, Es ineficaz, no da fruto, no muere por Amor, sino que se muere de hambre espiritual.
En mi ciudad, un muro cayó y destruyó varias casas durante la noche, matando a tres personas que dormían. El peligro había sido denunciado años atrás, pero las autoridades municipales estaban jugando a cambiar los pavimentos de las calles peatonales, porque estas ocupaciones les resultaban mucho más divertidas, además de que les permitía dar una imagen simpática a los ciudadanos y así poder permanecer en el poder por más tiempo.
Niños casi abandonados, ancianos que viven en condiciones de tristeza extrema, enfermos y minusválidos, extranjeros que buscan un hogar lejos de las miserias de su tierra. Aquel muro cayó como un grito de denuncia, pero hay muchas necesidades que no pueden hacer otra cosa sino existir en la esperanza de que algún día las autoridades dejen de jugar como críos a descalificarse mutuamente trepando por el poder, y abran los ojos a la miseria que les rodea y que es su principal responsabilidad.
Los ciudadanos “integrados” votan a los partidos que les suban el sueldo y las pensiones. No tienen criterios morales, en realidad no tienen criterios de ninguna clase.
Los ciudadanos “no integrados”, en el sentido de que conservan una postura crítica ante los gobiernos al margen de sus intereses económicos personales, estos ciudadanos están completamente desengañados de todos los partidos políticos casi sin excepción. No es extraño que se abstengan en las elecciones, pues no es ético votar a unos ladrones sólo porque roben con más elegancia que otros.
La “política” y la “solidaridad” son dos palabras que se repelen. No pueden existir juntas.
Muchos centros de acogida para ancianos y minusválidos tienen que mantenerse con las pagas de los residentes. Cuando las pagas son sustanciosas, estos residentes son especialmente apetecibles. Cuando los ancianos no tienen paga, no se les atiende.
En el centro de acogida ‘X’ de mi ciudad los residentes entregan su paga íntegra, y no reciben ni tan siquiera unas monedas (de su propio dinero) para poder tomar café o comprar tabaco. E incluso se les llega a tratar con brusquedad cuando intentan acceder a algunos enseres que ellos mismos han pagado.
Desde luego que ponen muchas trabas para que los extraños entren a visitar a los residentes. Y eso porque tienen demasiadas cosas que esconder.
Los innumerables pedigüeños, muchos jóvenes entre ellos, que piden por las calles insistentemente son verdaderos comerciantes de la solidaridad. Utilizan el Amor y los sentimientos nobles de los ciudadanos para sacarles todo el dinero posible con todo tipo de engaños y sin ningún límite moral.
La mayoría de ellos podría vivir de su esfuerzo sólo con proponérselo, pero se han profesionalizado en la mendicidad porque los beneficios son mayores y el esfuerzo mucho menor.
En la conciencia de cada cual está la clave para discernir a quién debe ayudar con dinero y a quién no, pero nadie puede decir que lucha por la solidaridad alimentando a las sanguijuelas del Amor.
Una ONG puede ser honesta, pero ¿quién puede comprobarlo? Los desfalcos habrían de ser verdaderamente escandalosos para que una inspección pudiera detectarlo, además de que antes habría que inspeccionar a los inspectores. ¿Quién vigila al vigilante del vigilante?
Muchas empresas que decididamente trabajan sólo y exclusivamente por dinero (como podría ser un banco) han tomado como forma de captación de clientes el lema de la solidaridad con el tercer mundo. Cuando los buitres revolotean es que cerca hay carne podrida.
¿Y la transparencia en el marco judicial? ¿Y la dignidad de la policía? Una montaña de excrementos.
Los que viven dentro del invento del materialismo se creen que las cosas dejan de ser de una manera y pasan a ser de otra sólo porque algunos intelectuales se pongan de acuerdo y fabriquen la “realidad” que les conviene. Lo cierto es que la injusticia deja un vacío que antes o después precisa llenarse. Es la imagen de las depresiones atmosféricas: arrastran vendavales y hasta tormentas.
El que juega con el hambre, el miedo y la angustia de otros seres humanos, ése está abocado al hambre, al miedo y a la angustia. Al margen de lo que los materialistas intelectualoides de nuestro tiempo pretendan hacernos creer.
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