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En manos de los hombres, la Verdad del Cielo se vuelve dura y excluyente.
Sin el Espíritu de Dios, el hombre no es capaz de conocer la Verdad sin desvirtuarla:
Quiere poseerla, y para ello la saca del ser y la lleva a las ideas.
El hombre se resiste a ser poseído por Dios, pretende someterlo.
Por eso excluye a su hermano. Por eso es dogmático y fanático.
Por eso se vuelve incapaz de reconocer la Verdad fuera de sus dominios.
Dice el hombre: “Lo que permanece viene de Dios”. Y eso es verdad.
Pero la estabilidad está en el ser, no en las ideas, por eso el hombre pierde seguridad.
Necesita permanencia en sus ideas, y entonces se vuelve violento e impositivo.
La gran Verdad se expande haciéndose reconocible en todas las pequeñas verdades.
Los hombres quieren hacerla dura y consistente, una exhibición de firmeza.
Pero la gran Verdad es hermana de la autenticidad, y nunca lucha contra ella.
Decir “Jesucristo es el único Camino”, esa afirmación viene de Dios.
Decir: “Jesucristo sólo está en las iglesias cristianas”, eso viene del hombre.
Decir: “Fuera de mi iglesia no hay Verdad eterna”, eso viene de lo Oscuro.
La Verdad del Cielo no se deja poseer por los hombres. Ni en clanes, ni en iglesias,
ni en doctrinas, ni en religiones. La Verdad del Cielo sólo es propiedad divina.
Se expande asomándose a través de las pequeñas verdades humanas.
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