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31/03/2006

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el castigo

071

El castigo realmente duro no es aquél que viene impuesto por los jueces del mundo, desde afuera. El verdadero castigo es el que procede del interior, es el juicio del hombre contra sí mismo: Miedo y desprecio sin consuelo posible.
Muchos piensan que el sentimiento de culpa es sólo eso, un sentimiento, y que puede ser eliminado o transformado con ideas de contrapeso o con procedimientos conductistas. Cuando la culpa es verdadera y el ser humano ha sido realmente agente libre de la injusticia, no existen ideas de contrapeso ni procedimientos conductistas que puedan liberar definitivamente al ser humano del peso de sus culpas. Y lo que consiguen taponar en el plano de la conciencia, se desencadena de otra forma aun más destructiva en otro plano del ser.

El grito desesperado de un hombre que ha sido objeto de una injusticia, tal vez puede que no llegue a oídos de los jueces de la tierra, pero queda impreso a fuego en la realidad espiritual que sostiene el mundo. Todo lo que sucede en lo material ha sido formado previamente en un nivel espiritual, y todas injusticias, hasta las más pequeñas, son siempre devueltas a los hombres.
El análisis detallista de la realidad material genera una visión infantil donde no existe perspectiva global. No se pueden desconectar los acontecimientos unos de otros sólo porque no estén vinculados por una relación inmediata de causa-efecto. Las olas del mar no se impulsan unas a otras en lo visible, sino que todas, en su conjunto, están impulsadas por el viento en lo invisible.

La imagen del Dios severo que observa a los hombres para premiarlos o castigarlos no es una imagen fiel. Jesús habló del Padre como Aquél que es perfecto porque hace llover sobre justos e injustos por igual.
Pero es ley inmutable del cosmos creado por Dios el movimiento hacia Unidad en la Justicia. Por eso el juicio le ha sido dado al Cristo, porque Él es punto sublime de unión.
El tiempo no existe fuera de la limitada visión de los seres vivos. Es infantil pensar que lo pasado ha sido borrado de la realidad. Todo lo que ha existido, los seres humanos junto con todos sus actos, todo hasta lo más insignificante queda impreso en el cosmos a la espera de alcanzar la Unidad final.
Por la Justicia del Cristo pasarán todas las cosas, y las culpas que sólo hayan sido sofocadas, pero no hayan quedado resueltas, volverán sin lugar a dudas.

Pero el que permanezca firmemente asido al Centro de la Unidad, ése no será juzgado. Porque ése no existe para sí mismo, sino que ha renacido en el Espíritu, y es como el viento.

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31/03/2006

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