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Los jerarcas del pueblo judío no querían darle mayor importancia al caso de Jesús. Él predicaba un Reino nuevo, pero no contaba con los sabios en materia religiosa. Tal vez Jesús podría haber sido un hombre muy válido para la religiosidad del pueblo judío, pero, si no estaba dispuesto a integrase en el sistema, ni podía ayudar en su labor a los auténticos doctores del pueblo, ni podía recibir ayuda de las autoridades correspondientes, ya que no existía un control sobre la ortodoxia de su predicación.
A los predicadores de por libre no hay que hacerles mucho caso. A lo mejor tienen influencia ocasionalmente, pero todo aquello que no obtenga el sello de las autoridades competentes está condenado a consumirse en el olvido.
La mejor manera de apagar una denuncia es no hacerle frente, dejar que se desgaste. De esto, casi todos los jerarcas religiosos saben mucho.
El dios de muchos de los jerarcas, el dios de las grandes masas, es un dios que no se vale por sí mismo, sino que necesita de la adoración de un pueblo para poder subsistir. Por eso exige que se crea en él bajo la amenaza de un castigo eterno.
El Dios Amor, Padre de Jesús y de todo verdadero cristiano, no necesita que le adoren, ni condena a un hombre a un cruel castigo eterno sólo porque no le haya podido descubrir. El Dios Amor ansía que
se le conozca, no para recibir ni adoración ni honores, sino para poder ayudar al hombre a salir adelante en el Camino de la Paz, la Solidaridad y la Dignidad.
El mundo ha cambiado más por los predicadores anónimos, de los que no queda ni siquiera el recuerdo, que por los eruditos reconocidos de los que se conservan muchos libros. Padres que predican a sus hijos con el testimonio de sus vidas, y que levantan una generación de hombres auténticos, ¿quién sabe sus nombres?
Sin embargo se sigue valorando mucho más la abundancia de ideas brillantes, que la autenticidad y la coherencia. ¿Qué hombre se encuentra con Dios y entrega su vida sólo por el hecho de leer libros y asimilar ideas? La elaboración de ideas sólo sirve para competir por el poder, y ése es el arma que se utiliza en el mundo. Jesús no elaboró ideas, dio un testimonio y lo explicó con parábolas.
Existen iglesias que están compitiendo con el mundo: Quieren alcanzar el poder para imponer a su dios, y ellos sus ministros.
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