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Precisamente Jesucristo, referencia de Unidad, Centro de la recapitulación de todas las cosas, precisamente Él fue motivo de división en el pueblo judío, y por eso se le persiguió.
Cuando un hombre entra en un grupo o en una iglesia, se integra, y luego señala hacia fuera, hacia otros grupos e iglesias, llamándoles ‘hermanos’ de igual categoría ante Cristo, entonces la asamblea se espanta, y los jefes se levantan para restaurar el orden. Se dicen entre ellos: Éste es un traidor, es el caballo de Troya que viene de parte de los maldecidos y renegados.
Muchos de aquéllos que estudian la Biblia, versículo por versículo, que leen y que se informan exhaustivamente sobre todo lo referente a la historia de la salvación, luego son incapaces de discernir en los asuntos más insignificantes. Y siempre se cumplen las palabras de Jesús: “Cuelan un mosquito y se tragan un camello.”
Cuando se trata de renunciar a determinadas prerrogativas para poder acceder a un nivel más elevado en el Camino de la Unidad, entonces todo son impedimentos morales y exigencias. Porque nadie entiende que cada punto de confluencia en el Camino hacia la Unidad exija una demolición de esquemas disecados, un retorno a los cimientos de Cristo, y un volver a nacer desde la humildad y el candor.
Dicen: “Nosotros adoramos a Dios, y seguimos a Cristo. Nosotros no somos hijos de ningún dios pagano.” Lo mismo que los judíos: “Nosotros no somos hijos de la prostitución, sino que somos hijos de Abraham.”
Pero esa iglesia cerrada, que no está dispuesta a fundirse con ninguna otra, porque quiere que la bendición de Dios caiga de una manera especial sobre ella, y así llegar a ser el Centro de la Unidad, esa iglesia le está usurpando el lugar a Cristo, y esos fieles, que creen estar en el grupo verdadero y conocer la verdad del cielo, están llamando ‘Dios’ a un ídolo que no son capaces de ver, y que les manipula como a títeres.
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