inicio

temas Palabra salmos de oriente ecumenismo advertencias

PALABRA

anterior

09/04/2006

siguiente

Maestro

079

“No os dejéis llamar maestros”, dijo Jesús. Ni tampoco yo permito que nadie se haga pasar por maestro mío, porque yo sólo tengo un Maestro: El Cristo.
¿Cómo me enseña el Maestro? ¿A través de las escrituras? Las escrituras son sugerencias muy valiosas, pero el Maestro me habla como un amigo habla a otro, como un hombre habla a su hermano.
Mi Maestro pone delante de mis ojos la realidad que me toca ver, pone en mis labios las palabras que he de decir, yo lo único que debo hacer es no oponerme a Él. No debo intentar razonar lo que Él me dice añadiendo mis propios pensamientos, porque entonces todo se oscurece.
Todo se me dirá si yo no intento poseerlo. En el respeto y en la libertad, mi Maestro no mantiene nada oculto ante mí. ¡Cuánto ego aun me falta por entregar!

Yo no tengo nada que decir por mí mismo, no tengo ninguna idea propia que defender. Mi Maestro me lleva y me trae. Mientras mi interior está limpio, yo me siento poseído por Él. Todo lo que ocurre tiene sentido, no hay nada que temer. El futuro esconde una realidad que siempre va a ser más y más luminosa. Pero mi seguridad se endurece, yo me acomodo en la presencia de mi Maestro y quiero edificar allí una morada permanente para no tener que enfrentarme nunca más a la soledad de la lucha en el mundo. Entonces algo se pudre dentro de mí. ¡Cuánta inercia me queda aun por disipar!
Él deja que la realidad exterior me aplaste cuando mi interior se ha corrompido. Sólo en mi humildad puedo salir del hundimiento. La fe que Él mismo ha puesto en mi corazón es el mayor tesoro que yo haya tenido jamás.

Mis proyectos, uno a uno, se desbaratan, y siempre descubro que lo que Él me tenía reservado era mucho mejor que el mejor de todos mis planes.
Mi vida se reduce cada vez más al ‘ahora’ y mi pensamiento siempre anda detrás del silencio. El futuro no existe, lo estoy construyendo ahora mismo con la fuerza de mi fe.
Ya no existen seres humanos que estén demasiado lejos de mí, ni tampoco que estén demasiado cerca, porque poco a poco mi corazón los iguala, y en cada ser humano veo a mi propio hermano. ¡Cuántos temores me faltan aun por iluminar!
La muerte siempre ronda mi mente. La miro, y observo en ella destellos de hermosos colores. La palpo, y es cálida y suave. Exhala un aroma severo pero atrayente. Desde que la muerte es mi aliada, ya puedo decir que yo estoy verdaderamente vivo.

anterior

09/04/2006

siguiente