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12/04/2006

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aliados

082

El esfuerzo necesario para alcanzar las cosas es la medida de su valor. No cabe esperar en un ser humano que pueda valorar aquello por lo que nunca llegó a luchar, aquello que nunca se le negó.
Un amor sin obstáculos no crece ni se dignifica. El valor de un amor se mide por el cambio que ha realizado en los amantes desde su inicio en la ilusión hasta su consumación en la unión.
Si se trata de confiarle a un hombre la responsabilidad de dar un testimonio auténticamente cristiano, es mil veces mejor un bandido converso que mil justos que no necesitan de conversión.

Un hombre que no haya luchado nunca contra Cristo, no puede ser un buen discípulo del Maestro. El que lucha contra Cristo, conoce su fuerza, sabe que Él siempre juega limpio, sabe que Él nunca toma venganza ni humilla para redondear su victoria.
El que ha luchado contra Cristo, ha sujetado sus brazos y ha golpeado su cara, ése le conoce, y cuando, ya vencido, Cristo le ofrezca su mano para levantarle del suelo, él se entregará en cuerpo y alma al Maestro.
Eso sólo lo hacen los bandidos que han luchado contra Él, pero los justos, los que nunca han luchado contra Cristo, tampoco serán capaces de luchar con Él.

Entre bandidos y prostitutas buscó Jesús a sus soldados.
Es muy digno de respeto el amor de los que siempre han estado cerca de Dios, pero que no se extrañen de que el Padre mate un ternero para celebrar el regreso a casa de un bandido, ni que la propia casa paterna esté frecuentada por gente rebelde y sospechosa. Ésos, la escoria, serán los enviados a las misiones de envergadura.
No voy a buscar a mis aliados entre ésos que parecen ser buenos, que se integran en el sistema y obedecen sin réplicas. Que Dios los bendiga y les dé su Paz, pero no será allí donde yo encuentre a mis aliados.
Entre bandidos y prostitutas, allí encontraré a mis aliados.

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