|
Lo puro, lo que no tiene mancha, eso debe ser sacrificado, se le debe permitir abandonar el mundo donde todo se corrompe y trascender a una realidad superior. Es el símbolo del cordero. Es la pasión y muerte de Jesucristo.
El sacrificio es una despedida, es enviar aquello que es verdaderamente valioso a un lugar donde la fecundidad es mucho más plena. Es despedida, porque ya no podremos beneficiarnos de esa fecundidad en el fruto inmediato y asequible.
Para aquellos que son ciegos al espíritu, el sacrificio es un desperdicio. No pueden sentir la presencia del mundo espiritual. No conciben que lo valioso dé su fruto donde ellos no puedan beneficiarse de manera inmediata.
El sacrificio sagrado nunca es frustrante. Todo lo que se forma en la realidad tangible debe encontrar un punto de culminación, y un Camino de trascendencia. Si lo que ha culminado no trasciende, se corrompe y contamina todo a su alrededor.
Por eso los imperios caen. Por eso los hombres se degradan. Por eso las religiones se vuelven ineficaces. Por eso las alianzas se rompen. Porque no existió un Camino hacia el espíritu para todo aquello que alcanzó la plenitud.
No debemos retener nada entre nuestras manos, debemos dejar que las cosas se desprendan de nosotros cuando les haya llegado el momento. Lo que dejamos partir de nosotros mismos es lo que nos llevará en su día a la trascendencia de nuestro ser.
|
|