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15/04/2006

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bajó a los infiernos

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Los héroes el mundo se enfrentan a dificultades extremas. Dificultades muy grandes en las que ellos llegan incluso a caer derribados, aparentemente, sin ninguna esperanza de éxito. Pero siempre ocurre un imprevisto, se vuelven a levantar, y lo que parecía un fracaso inevitable se torna en éxito radiante: El que parecía ya derrotado toma el poder y se vuelve más poderoso que los poderosos.
Sin embargo aquellos que no han nacido para la victoria, ante esas dificultades caen y no se levantan más.

Esta visión del héroe está bien asumida por nuestra cultura, y muchas veces se extrapola también inconscientemente en cuestiones religiosas. Así, Jesús de Nazaret es visto por muchos como aquél que, estando ya a punto del fracaso, habiendo incluso ya muerto, reacciona, resucita, y toma el poder del mundo.
Pero Jesús de Nazaret fue realmente derrotado, y murió como un verdadero fracasado. Él no bajó de la cruz, tal y como se le propuso, y así rechazó toda posibilidad de victoria en el mundo. Jesús de Nazaret no fue ningún héroe, de ninguna manera. La resurrección de la que hablan las escrituras no fue ostensible. Pasó ampliamente desapercibida.

Cuando las escrituras dicen que Jesús bajó a los infiernos, hablan de algo terrible en verdad. La victoria de su resurrección atenúa la trascendencia de este hecho, e incluso lo hace pasar desapercibido. Y sin embargo es un hecho trascendental sin el cual es imposible comprender la esencia de la novedad cristiana: Jesús de Nazaret realmente fue juzgado y condenado por el mundo, y no sólo por el mundo materialista, sino también y muy especialmente por el mundo religioso, y verdaderamente fue hundido en los infiernos. Esto es muy serio.
Y aquí es donde Jesús demostró su identidad divina: Él sabía que la Justicia del Padre está muy por encima de la justicia del mundo. Por eso dijo: “Yo he vencido al mundo.”

Pero la supremacía de la Justicia del Padre sobre la justicia del mundo nunca había sido puesta a prueba. Jesucristo abrió Camino porque del mismo infierno en el que Él fue hundido, nadie antes había podido salir.
La victoria de Jesús fue exclusivamente de orden espiritual. La recapitulación de todas las cosas en Cristo no es la conversión de todos los poderes al cristianismo, ni mucho menos a una iglesia concreta. El cristiano sigue siendo, y siempre será, un pellizco de levadura en medio de una masa inmensa, entre los que hay muchos que dicen creer en Cristo sólo porque observan leyes y cumplen ritos.

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