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04/05/2006

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liberación

095

Escuchar el testimonio de aquellos que luchan por la libertad de su pueblo y son detenidos y torturados, tratados peor que animales, es algo que puede cambiar la vida de un ser humano. Imagino que llegar a observar todas estas injusticias tiene que ser necesariamente aterrador. Y el llegar a sufrirlas, no es fácil de imaginar.
Yo conozco a Dios. No me lo enseñó ningún instructor religioso, sino que Él mismo llegó hasta mí y se me dio a conocer.
Yo aseguro que ese Dios que conozco está mucho más cerca de las organizaciones laicas que luchan por los derechos humanos, que de muchos sectores de las grandes iglesias que verdaderamente poco o nada tienen que ver con la Buena Nueva.

Para el hombre que le ha hecho morada a Dios en su interior, no existe ningún ser humano que esté lo suficientemente lejos como para que le resulte indiferente su sufrimiento. Los ciudadanos del pueblo podemos gritar, aportar algo de dinero, apoyar a las organizaciones que se ocupan de los derechos humanos. Los ciudadanos que ejercen el poder social están en su gran mayoría demasiado ocupados en idear la manera de robarle el dinero al pueblo como para detenerse a pensar en cuestiones de solidaridad. Pero las grandes iglesias, las que dicen ser representantes de Dios en la tierra, y que tienen poder porque manejan las conciencias de las masas, ¿qué están haciendo realmente al respecto?

La iglesia romana condena la teología de la liberación nacida en Sudamérica a raíz del sufrimiento de un pueblo oprimido y maltratado por los poderosos.
A mi Padre celestial no le interesan las cuestiones teológicas, ni a mí tampoco.
Una jerarquía eclesial tan ciega y tan torpe que se detiene en minucias doctrinales y no es capaz de escuchar el grito de dolor de un pueblo que sufre, ésa iglesia no puede estar de ninguna manera y bajo ningún concepto iluminada por el Espíritu Santo. Desestiman la ortodoxia de las propuestas de la teología de la liberación, ¿qué hacen a cambio? Cuelan un mosquito y se tragan un camello.

Las nuevas generaciones buscan a Dios, y yo puedo asegurar que lo van a encontrar, pero lo harán fuera de todas esas organizaciones de hipocresía, de pequeñas y grandes iglesias, de ritos y de doctrinas, de nuevos “pueblos elegidos” que se encierran en torres de marfil mientras que otros están dando su vida por defender los derechos humanos de sus hermanos. Éstos luchadores son los que están de verdad comiendo el Cuerpo de Cristo y bebiendo su Sangre. Los otros, los que no sólo no luchan sino que además entorpecen la labor solidaria, ésos no tienen parte ninguna con Cristo. No recogen, sino que desparraman, no están con Él sino contra Él.

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04/05/2006

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