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Anhelar lo que no se posee y desechar lo que ya se posee, eso es degradar e inutilizar la fuerza vital del ser.
La fuerza vital es la capacidad del ser humano para sentir, anhelar y luchar, es lo que le da entidad en cosmos y lo que le sitúa dentro de él. En el norte de sus proyectos, ahí está el alimento de cada hombre, y el alimento es el que define la sustancia del ser.
La Fuerza del Espíritu nunca le es entregada al hombre, sino que es el hombre el que, por la estatura de sus anhelos, se sitúa a sí mismo lejos o cerca de esta Fuerza, definiendo también así la eficacia de su ser.
Anhelar lo que no se posee sólo por no poseerlo, eso es anhelar el hecho mismo del anhelo. Entonces el impulso vital gira, y una rueda siempre corre ladera abajo.
La diferencia esencial entre el hombre sustentado por lo material y el sustentado por el Espíritu viene determinada por los principios de la posesión y de la entrega.
“Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.”
El que busca para poseer, cree poder llenar un hueco de esta manera, y en realidad abre otro mayor. Ésa es la imagen del que no tiene, y se le quita lo poco que aun le
queda. El que busca para poder entregarse a sí mismo, ésa es la imagen del que tiene diez, y se le dan otros diez.
El anhelo de posesión rebaja al ser humano y le priva justo de aquello por lo que lucha, le sitúa allí donde pierde todos sus derechos, y así permite que llegue otro y le arrebate fácilmente sus riquezas.
De la abundancia del corazón habla la boca. Los pensamientos quedan encerrados en la mente y parece como si pertenecieran a un mundo apartado y sin conexión con la realidad tangible, de manera que, si estos pensamientos no se ejecutan, es lo mismo que si no existieran. Sin embargo los pensamientos son el alimento principal del espíritu, y expresión fiel del verdadero anhelo del alma.
La mayoría de las cosas que le hombre realiza en su vida no tienen en sí ningún valor moral, ni siquiera la eficacia viene predeterminada por los actos mismos. Un mismo hecho puede producir innumerables resultados diferentes y hasta contrarios. Lo único que define la eficacia y la solidez de los actos es la estatura de la realidad espiritual por la que están alimentados.
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