inicio

temas Palabra salmos de oriente ecumenismo advertencias

PALABRA

anterior

07/05/2006

siguiente

la Verdad os hará libres

097

La verdadera Ley eterna no es una limitación a un impulso sino un Camino de expansión. Ningún impulso es malo de por sí, el mal se genera precisamente cuando el impulso no es satisfecho, porque no encuentra en su expresión la plenitud de su razón de ser. La verdadera Ley eterna nunca prohíbe, nunca amenaza, sino que ilumina el Camino en el que cada cosa encuentra esa razón de ser y, consecuentemente, desecha todo aquello que no le conduzca a la plenitud. No es ni siquiera un hecho moral en el que el bien prevalece sobre el mal, sino que es un hecho puro de Luz y de Verdad, en el que el ser humano no se desvía simplemente porque no existe bruma a través de la cual la realidad se convierta en espejismo.
Si la verdadera Ley prohibiera, entonces también el Legislador habría de estar bajo el peso de su propia Ley, pues no es posible que el Legislador pueda transgredir aquello mismo que impone a los demás. Pero la verdadera Ley eterna no es una limitación sino todo lo contrario: Es el hallazgo del Camino perfecto en el que todos los impulsos encuentran una satisfacción plena.

Las sociedades y sus culturas mantienen un orden gracias a la observancia de unas leyes. Muchas veces, para garantizar este orden, atribuyen a la divinidad el origen de sus propias leyes. Pero las leyes sociales parten esencialmente del principio de la prohibición, delimitan territorios con el objeto de que unos no sean agredidos por otros y de esta manera no se origine el conflicto.
En muchas culturas los hombres pueden acercarse al pensamiento divino mediante el conocimiento de una leyes, como por ejemplo la ley mosaica. La antigua ley divina es sólo el envoltorio de la verdadera Ley eterna. Jesucristo rompió este envoltorio y mostró la Faz del Padre en la verdadera Ley.
Para el que no conoce a Dios la prohibición le salva de resbalar, caer por un acantilado y matarse, pero para el que conoce a Dios no hay prohibición.
Las culturas basadas en la religiosidad definen unas supuestas leyes divinas, y así están definiendo simultáneamente a Dios mismo. Pero ese falso dios legislador de prohibiciones nunca podrá cumplir su promesa: “La Verdad os hará libres.”

El hombre que conoce a Dios es aquél que lo lleva en su interior, y para ése no existe ninguna prohibición, pues en ningún caso va a ser juzgado. El que no conoce a Dios pero quiere actuar con rigor, ése sigue unas leyes, y se limita a sí mismo mutilando sentimientos, oprimiendo impulsos, flagelando su ser y avergonzándose de sí mismo. A veces es ésta la única manera de no extraviarse. Pero el que conoce a Dios conoce el Camino, y él sabe que no existe ningún sentimiento, ningún impulso, ningún anhelo humano que, lanzado en el Camino, no dé fruto. El siervo de Dios es un escándalo para el hombre religioso, como Jesús de Nazaret lo fue para las autoridades judías.
Sin embargo el siervo de Dios es mucho más riguroso en su libertad que el cumplidor de leyes. La prohibición es la cáscara de la Ley, el que cumple leyes se disfraza de bondad mientras que en su interior sólo existe capricho y caos. Pero el siervo de Dios no cumple leyes, parece un trasgresor y sin embargo en su interior está la Paz perfecta.
Para el siervo de Dios no hay prohibiciones, porque todo su ser íntegramente y sin ninguna mutilación, está dirigido hacia un mismo Norte: Jesucristo.

anterior

07/05/2006

siguiente