|
Cuando el interior está sano, aunque desde el exterior se sufran agresiones y haya daño, sin embargo todo se regenera, porque la raíz del ser está intacta.
Cuando yo no conocía a mi Padre, mi corazón anhelaba las mismas cosas que ahora anhelo, y cometía los mismos errores entonces que ahora, sin embargo en aquella época yo me hundía y ahora permanezco indemne. Una Paz muy profunda y estable se ha instalado dentro de mí, el mundo gira y muchas veces me arrastra, pero mi ser siempre se mantiene en el centro de todo movimiento.
Soy un extranjero, pero existe una Patria que se me manifiesta en mi Camino. Si me detengo, mi Patria se aleja hacia el horizonte y yo me hundo, pero si no pierdo jamás de vista ese horizonte, entonces una Fuerza espiritual me envuelve y me protege, y pone en mi mano todas las herramientas que necesito para dar testimonio de esta Verdad con la que he sido bendecido. No sé más cosas ahora de las que sabía antes, pero ahora lo comprendo todo. No porque se me haya dado más información ni más inteligencia, sino porque habito allí donde también habita la verdadera sabiduría.
Nada me pertenece como propiedad privada, y sin embargo todo está al alcance de mi mano. No se me niega ninguna cosa porque aquí, en el Reino donde yo habito, la Fuerza del Espíritu crece tanto más cuanto más uso se hace de ella.
En mi Patria no tengo asideros a los que afianzarme para que el mundo no me arrastre fuera. Pero mi hermano el Rey me dice: “Nadie te arrebatará jamás de mi mano.” En mi exterior yo deseo, espero y lloro, pero en mi interior yo lo sé: Nada es imposible para mí, porque mi hogar está en el Camino, origen y culminación de todas las cosas.
|
|