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Escuchamos las experiencias de nuestros padres, pero no estamos dispuestos a creernos todo lo que nos digan como si nosotros no pudiéramos descubrir las mismas cosas que ellos descubrieron y otras aun más grandes. Escuchamos y respetamos, pero nosotros también vamos a caminar por entre los peligros donde se esconde el linde entre Cielo y tierra. La espiritualidad heredada es espiritualidad gris. Una espiritualidad ya construida, sistematizada, definida y acotada, es complemente ajena a nosotros. No nos parece ni buena ni mala, simplemente no es nuestra espiritualidad.
Nosotros vamos a construir una nueva espiritualidad, la nuestra. No importa que sea más ni menos sublime, lo importante es que sea de verdad nuestra, que sea resultado de nuestra propia búsqueda, de nuestra autenticidad. Entonces lucharemos por ella, porque nos pertenecerá, y porque valdrá el esfuerzo y las privaciones que nos haya costado descubrirla.
Cuando hablemos, hablaremos por nosotros mismos, y no tendremos que citar párrafos de un libro antiguo, porque vamos a relatar experiencias nuevas.
¿Quiénes son los dueños de las iglesias? ¿Quiénes guardan sus llaves, sus libros, sus dogmas, y quiénes se sientan en sus sillas de honor?
Nosotros no tenemos llaves ni libros. En realidad no tenemos nada más que muchas ganas de encontrar un camino que conduzca a la Verdad, y de encontrarlo en nuestro propio territorio, fuera de la propiedad privada de los dueños de las iglesias, y así poder construir algo de que de verdad nos pertenezca por derecho, y tener ideales por los que luchar hasta dar la vida.
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