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15/05/2006

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la sonrisa

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Los muros de las cárceles necesitan del miedo, del rencor y de la tristeza para mantenerse firmes y compactos. Por eso los presos no pueden escapar. A través de las rejas observan la libertad, alargan su brazo, pero no pueden atraparla. Y eso porque sólo la observan fuera. Si pudieran ver la libertad tanto dentro como fuera, no existiría ni cárcel ni rejas, y los muros no podrían impedir que viajaran a donde quisieran.

A través de las cosas más sólidas siempre hay un camino, pero los fuertes no lo conocen, porque creen que pueden enfrentar la solidez a golpes, y los débiles tampoco lo conocen, porque se sienten agredidos por la propia solidez.
Para el que levanta su espada, en todas las cosas asoma la violencia, como un músculo que se tensa, todo se vuelve duro y compacto. Imposible de taladrar.

Existe una sonrisa que hace saltar todos los cerrojos, y que abre caminos en medio de una montaña. No es la sonrisa del que se siente satisfecho porque cree tener mucho poder sobre las gentes: Ése es el esclavo del miedo. Es la sonrisa del que no conoce la contradicción porque no está apoyado en ideas que puedan contradecirse. Los cerrojos saltan, los caminos se abren, porque no existe oposición racional para ello.

El agua que baja de la montaña acaricia las piedras y lima sus aristas, se introduce en la tierra, la ablanda y hace brotar la hierba, las flores, y atrae a los animales sedientos que llegan a beber. El agua no se detiene, pero siempre está ahí porque se renueva.
Las piedras del miedo, la sequedad del rencor y la sed de la tristeza quedan disueltas en el paso del Espíritu. El Espíritu no solidifica ideas, al contrario, las evapora.

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15/05/2006

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