|
La época de la poda se reconoce porque las cosas pierden el sentido de su utilidad y se convierten en juegos de luces y sonidos. Diamantes, gemas y joyas ahora son vidrios rotos esparcidos por el suelo. Sentimientos y deseos se perciben como bocanadas de humo que se deshacen en el aire. Las ideas, juegos de destreza mental. Los que están a mi lado no me hacen compañía, existe una presencia firme de la soledad interior.
Entonces se puede guardar silencio y se puede sentir el dolor y el sufrimiento ajeno sin darle ningún valor moral, ni social, ni religioso, simplemente sintiéndolo como propio. No hay ningún fruto que dar en la época de la poda, pero hay mucho que aprender cuando el filtro cultural pierde solidez, se muestra traslúcido, y es posible observar la estremecedora desnudez de la vida del ser humano, su hermosísima insignificancia.
No hace falta irse muy lejos ni cruzar ninguna montaña para encontrar el desierto, pues en época de poda incluso los mejores manjares saben a grillos crudos. Cuando el espíritu del hombre está vacío, el desierto es un castigo, un principio de depresión, o un problema nervioso. Pero cuando el espíritu está lleno del Amor, el desierto es la prueba más maravillosa de la presencia de Dios en nuestro interior, la Paz del Cristo.
|
|