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20/07/2006

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los errores y la dignidad

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Lo único que realmente dignifica al ser humano son los errores que él haya sido capaz de reconocer. El ser humano no podrá nunca alcanzar la verdadera autoridad y peso específico si no es subiendo por los escaños del reconocimiento de sus propios errores.
Las actitudes estipuladas como correctas no son nunca ni las más elevadas ni las más eficaces. El individuo pusilánime, que se atiene a lo establecido como si fuera absoluto, ése no cometerá muchos errores, pero el individuo en cuyo interior bulla la fuerza del espíritu, ése abrirá nuevos caminos, y siempre a golpes de errores.

Desde antiguo los sabios han reconocido que la máxima fuerza del cosmos está en la debilidad. La fuerza que el hombre se obstina en poseer, en él se gasta, pero la que pierde liberándola fuera de su ego en un acto de humildad, esa fuerza le alza elevándole por encima de sí mismo. En el reconocimiento de sus errores el ser humano se hace respetar, en el reconocimiento de sus debilidades, el hombre y la mujer se hacen dignos de ser verdaderamente amados. Nunca será profundamente amado un hombre o una mujer por la abundancia de sus aciertos: Tal vez admirado, pero nunca amado.

Los aciertos pueden ser fructíferos, pero mantienen al individuo dentro de unos esquemas estáticos, porque no le impulsan a la revisión ni la renovación, sino que anquilosan al hombre en una ortodoxia cómoda donde siempre existirán muchas mentiras que sirvan de cuñas para sostener todo el armazón ideológico. Esta aparente solidez no es otra cosa que la semilla de la degeneración. Necesitamos estructuras sobre las que apoyarnos para poder actuar con eficacia, pero los errores son imprescindibles para que estas estructuras se renueven y sean siempre un soporte válido.

Una persona que no cometa errores es una persona sin dignidad, porque tal cosa significaría que la magnitud de su ser cabe dentro de la nimiedad de los esquemas estipulados. Y no puede haber dignidad en un ser humano si su espíritu es más pequeño que la materia que le sostiene: Que la expresión en la forma sea más significativa que el propio contenido. Pero esos errores sólo le dignifican en el momento de ser reconocidos. El que sostiene sus posturas erróneas porque piensa que así se muestra más digno ante los demás, ése no camina erguido sino que se arrastra mendigando respeto.

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