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06/08/2006

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imperios

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Esos supuestos sabios que dirigen los imperios, esos asesores que dicen ser las mentes más lúcidas del mundo, ésos no son capaces de comprender que todo el daño que un imperio hace a los países más débiles le vendrá devuelto, y que tanto más se haya elevado aplastando a los pequeños, tanto más humillante será su caída.
Desde que el ser humano apareció sobre la tierra, siempre ha cometido la misma estupidez: Creerse capaz de manipular los conceptos de la moral y de la justicia en provecho propio y en perjuicio de todos los demás. Una y mil veces comete ese error, una y mil veces es derribado.

Ese pueblo judío, al que algunos cristianos llaman “hermanos mayores en la fe”, ¿qué entendimiento están demostrando de la verdadera sabiduría eterna? Verdaderos mentecatos que están cosechando para sus hijos la destrucción que ahora siembran en el pueblo árabe.
“No lloréis por mí –dijo Jesús–, llorad más bien por vosotros y por vuestros hijos...” Y mucho habrá de llorar aun el pueblo judío, unos borrachos de la idea de ser los elegidos por Dios, otros, los que más, haciendo uso de esa idea para alcanzar sus intereses personales, que siempre son económicos y políticos.

La antigua alianza terminó, el verdadero Dios ha mostrado su faz, y ya no cabe mezclar la mitología de un pueblo con el auténtico mensaje de salvación.
Yahveh habita lejos y baja al templo, pero Dios habita en el corazón del hombre.
Yahveh promete una tierra conquistada con armas y con muerte, pero Dios promete un Reino conquistado con Solidaridad, Justicia y Dignidad.
Yahveh promete la soberanía de unos hombres sobre todos los demás por derechos de raza, pero Dios promete la soberanía de los desfavorecidos del mundo sobre todos los emperadores, poderosos y tiranos, que están desolando la tierra con sus fantasías.

El gran imperio que domina al mundo y que vive colgado de su nube de prepotencia cree tener bien asido su poder, y, como ocurre con los efectos de las drogas, pasado el sueño de la noche el despertar sólo serán lágrimas de angustia y soledad.
Los pequeños, los sencillos, los que no buscan ninguna erudición, ésos son los verdaderos sabios del mundo, y ellos ven el gran imperio como una pandilla de chiquillos malcriados que juegan con fuego y con armas, y que mucho van a tener que lamentar para poder volver a levantar la cabeza cuando el efecto de las drogas del poder se difumine y se encuentren al ras y cara a cara con el resto de la humanidad.

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06/08/2006

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