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16/08/2006

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la rueda

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Por mucho que una rueda gire, si no está apoyada en el suelo no conduce a ninguna parte. El que se sitúa en el borde de la rueda puede imaginar que está desplazándose, pero, mientras que no sea el eje el que se desplace, no existe avance alguno.
La materia busca el reposo, el espíritu impulsa al movimiento. Puesto que la materia no puede existir sin el espíritu, busca su reposo en la formación de ciclos. Esta es la manera como la materia visible puede mantener su quietud sin perder su existencia.

Muchos sabios del mundo pretenden abarcar la realidad estudiando la rueda que gira sin desplazarse, esto es, las leyes que representan los ciclos de la búsqueda de la quietud en el aparente movimiento. El inicio, la expansión y evolución, y la posterior involución y disgregación, todo esto determina un ciclo inmenso en el que la gran rueda del universo describe una curva que busca su origen: Finalmente se alcanza misma la inexistencia anterior al inicio. A esta fantasía se la quiere llamar “realidad”.

Muchos sabios del mundo, estudiosos del espíritu, establecen leyes divinas en el intento de mantener al ser humano en la pureza. Creen ingenuamente que la esencia del ‘ser’ viene definida por su estado, y no por su impulso, por eso intentan limpiar su ser amputando todas aquellas expresiones vitales que no se acomodan a las leyes para así paralizarlo en un estado supuestamente meritorio que le permitirá acceder a una realidad plena y eterna por la que no es necesario luchar. Y esta fantasía es su “realidad”.

Tanto los que se recrean en el estudio de los ciclos materiales, como los que pretenden paralizar al ser humano en ciclos morales mediante leyes, todos buscan fuera de la realidad. Científicos y teólogos, muchas veces discuten sus respectivas posturas sin ninguna posibilidad de entendimiento, se retiran pensado en la ceguera de su interlocutor. Pero la verdad es que los fundamentos de unos y otros son los mismos: La rueda que gira sin desplazarse, la búsqueda de la quietud en el movimiento aparente.

Entre los que no son sabios reconocidos, porque no descubren nuevas leyes científicas ni pronuncian profundos discursos morales, entre ésos están los verdaderos sabios. Ellos han sabido apoyar la rueda de la vida en tierra firme: el movimiento del impulso del espíritu en la inercia de la materia, y se desplazan realmente. Mirar exclusivamente la materia es convertirse en pura materia. Mirarse exclusivamente a sí mismo es girar en el vacío, la rueda que no conduce a ninguna parte.

El amor, concebido desde el mundo, es un sentimiento grato que conduce a la quietud de una plenitud engañosa. El Amor, concebido desde el espíritu, es una renuncia a la propia vida, que es donde el ser humano alcanza su máxima Dignidad, y una entrega a los demás en la Solidaridad mediante de la lucha por la Justicia. Y la Justicia es darle a todos los seres humanos, a todos por igual, más mismas posibilidades de desarrollo: El sustento material sobre el que impulsarse en la búsqueda del Reino del Cristo.

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